A las ruinas del templo de Rashômon, llega un hombre para refugiarse del intenso aguacero, allí encuentra a dos personas, un monje y un leñador que reflexionan sobre un asunto en el que se han visto involucrados: el asesinato de un samurai en un bosque, cuando este iba con su esposa y fueron asaltados por un bandido.
Ambos han declarado ante el tribunal que juzga la causa.
Hay versiones diferentes, incluso contradictorias, de cómo se produjeron los hechos, la del propio leñador, la de la esposa del difunto, la del bandido y presunto autor del asesinato y la del propio samurai, que ha hablado a través de una médium.
El leñador, va refiriendo al recién llegado, cuáles han sido las versiones de cada uno de ellos, para al final, acabar reconociendo que él no descubrió al samurai cuando ya estaba muerto, como declaró ante el tribunal, sino que fue testigo de todo lo que ocurrió, pero que como tenía miedo a verse involucrado, contó que no había visto nada hasta que ya habían ocurrido los acontecimientos.
En la película, cada una de las versiones, se narra acudiendo a un flashback en el que vemos reproducida la historia que cada cual va contando de lo sucedido en el bosque.
El guión se basa en dos relatos del malogrado escritor japonés Ryunosuke Akutagawa titulados "Rashômon" y "En el bosque". El primero, que da título al film, en realidad sirve más de soporte espacial que otra cosa, si bien es cierto que el film concluye con una especie de corolario que resume la temática de este cuento; pero realmente casi toda la película toma como base el otro relato, "En el bosque", del que Kurosawa y Shinobu Hashimoto, coautores del guión, cambian algunas cosas, incluso suprimen al personaje de la madre de la esposa del samurai.
Kurosawa hace gala de esa habilidad para adaptar textos literarios que será una de las características de su posterior trayectoria. En todo caso, en esta, como en otras ocasiones, sabe incluír su propia visión, es decir que, utilizando como punto de partida una obra literaria, Kurosawa siempre hace una obra propia.
Además de la mezcla de los dos relatos, aquí se une una cierta complejidad en uno de ellos, precisamente el principal, "En el bosque", pues se trata de un relato desestructurado, en el sentido de que la narración no es lineal, sino que va mezclando presente con pasado, incluso dentro de este pasado, hay otro pasado más remoto y un pasado paralelo a otro, la historia del leñador, por ejemplo, tiene dos versiones contadas por él mismo.
Aquí entra el dominio del lenguaje visual de Kurosawa, utilizando los recursos que le ofrece el medio: La lluvia para señalar el tiempo presente, el bosque para el pasado pretérito y esa especie de terraza que se supone es la sede del tribunal, con el murete de fondo y el suelo de grava, para acotar el pasado cercano.
Una de las principales diferencias con los textos de Akutagawa, es que estos, como buena parte de la obra del escritor nipón, nos plantean la duda al tiempo que nos arrebatan los apoyos más básicos (ojo, no los sustituyen, sino que los suprimen), hurtando al lector de conceptos tales como verdad o justicia, para que sea éste quien saque sus propias conclusiones e interprete las actitudes de los personajes; el texto no ofrece respuestas, ni salidas, pero la película parece que sí lo hace.
Además de las buenas interpretaciones, muy apoyadas en la gestualidad de los actores, el film nos ofrece algunas de las que serán las constantes del cine de Kurosawa, aunque en algunos aspectos se nota que es la obra de una persona que comienza la que será una fructífera andadura.
Rashômon es una película que ha suscitado multitud de interpretaciones, pero algunas de ellas tienen más que ver con la obra de Akutagawa que con el film, lo que ocurre es que mucha gente no las ha leído y considera propias de Kurosawa cosas, incluso de la estructura, que ya están en los relatos originales.
En el aspecto visual, hay muchas cosas que comentar, yo me quedo con la andadura del leñador por el bosque, cuando va buscando leña y encuentra el cadáver del samurai, del que en una plano genial, sólo se nos muestran las manos, pero esa caminata previa, con la sensacional fotografía de Kazuo Miyagawa, que incluye picados, contrapicados, travellings desde varios ángulos, enfoques directos al sol que asoma entre las ramas de los árboles, es una maravilla.
Otra cosa que me llamó la atención, es la larga escena en la que Tajômaru (Toshirô Mifune), fuerza a Masako (Machiko Kyô), en este caso por estar acompañada por la preciosa versión del Bolero de Ravel de Fumio Hayasaka (muy bonita, por cierto).
Sin entrar en más detalles, señalar la solidez de un guión que va y viene en el tiempo y en el espacio sin permitir que el espectador se pierda en ningún momento y una narración visual que no descuida ningún detalle en lo que respecta a la importancia que quiere dar a cada personaje o situación que muestra la cámara.
Dos enamorados de la cultura occidental, Kurosawa y Akutagawa, funden aquí su genio para tender un puente entre oriente y occidente. Para la leyenda queda ese mito con visos de realidad de que la Academia de Hollywood instituyó el premio a la mejor película extranjera, precisamente a partir de este film del maestro japonés que se llevó un Oscar honorífico como tal en 1951.
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