Rose Sayer (Katharine Hepburn), trabaja en una misión que la Iglesia Metodista de Inglaterra mantiene en África, bajo la dirección de su hermano, el reverendo Samuel Sayer (Robert Morley).
Cuando comienza la I Guerra Mundial, los alemanes, que controlan la zona, comienzan a arrasar los poblados indígenas, llegando al lugar donde están los metodistas, quemando las cabañas y la Iglesia y llevándose a sus habitantes.
A consecuencia de ello, el reverendo Sayer sufre un tremendo desequilibrio mental que acabará con su vida.
Ante la perspectiva de quedar abandonada y el peligro de que los alemanes regresen y sean menos condescendientes con ella, Rose se acoge a la protección de Charlie Allnut (Humphrey Bogart), un canadiense que llegó tiempo atrás al Congo para trabajar en la construcción de un puente y que se ha quedado allí, mercadeando río arriba y abajo con una empresa minera belga. Allnut tiene un barco, "La reina de África", en el que transporta explosivos y otros materiales necesarios para la actividad minera, al tiempo que aprovecha los viajes para llevar el correo y algunos encargos por los lugares por donde pasa con su barco.
Aunque Allnut tiene la intención de buscar alguna isla en el río tras la que esconderse mientras dure el conflicto bélico, Rose le insinúa que deben hacer algo en favor de su país y contra los alemanes, al final le convence para que lleven el "Reina de África" hasta el lago donde desemboca el río y tratar de hundir el "Königin Luise", un barco de la marina alemana que patrulla el extenso lago.
Guión basado en la novela del mismo título, del autor británico Stephen Crane, sobre la que se hacen algunos cambios, lógicos desde el punto de vista de una adaptación cinematográfica, aunque hay algunas cosas con las que se ha tenido poco cuidado, por ejemplo, el protagonista, en el libro es un cockney (ya sabéis, un habitante de los barrios bajos londinenses) y aquí se le convierte en canadiense por mor, al parecer, de que Bogart no imitaba bien el acento cockney.
En otros aspectos, sin embargo, se muestran más acertados, como en la relación entre ambos protagonistas, a la que quitan dramatismo y convierten en una divertida, al par que romántica y tierna, historia de amor.
El carácter antagónico de los protagonistas termina complementándose en uno de los pocos finales felices del director. Charlie Allnut, descreído y borrachín, se convierte en todo un héroe, y Rose Sawyer, la metodista puritana, descubre el amor y la pasión, antes vetados para ella. Huston, con la ayuda de las magníficas interpretaciones de sus actores, realiza toda una reflexión intelectual a través de la acción y la aventura. Ambos personajes son el eje de un proceso en el que acaban descubriendo una oculta personalidad. Este itinerario vital les hace ver lo mejor de cada uno de ellos.
El anecdotario de La reina de Africa es uno de los más extensos en la historia de los rodajes de Hollywood. Varios libros, "El rodaje de La reina de Africa", de Katherine Hepburn, o el de Peter Viertel, llevado al cine por Clint Eastwood con el mismo título, "Cazador blanco, corazón negro", son buena prueba.
Magníficas e imperecederas las imágenes que retratan el impresionante paisaje africano y excelente labor la de un equipo técnico y de producción, que hubo de solventar multitud de dificultades.
Independientemente de estas cosas, que también forman parte de la historia del cine, la película es, sobre todo, un peculiar film de aventuras, con una elegante historia romántica, construída sobre un argumento totalmente increíble, incluso pueril por lo artificioso, pero que John Huston consigue que apenas nos fijemos en ello, para dejarnos atrapar por la narración y por las actuaciones de dos verdaderos monstruos del cine, que con ropajes andrajosos y en unas condiciones de rodaje nada sencillas, dieron lo mejor de sí mismos.
De las anécdotas (como bien dices, abundantes) me gusta aquella en la que Bogart y Huston fueron los únicos del equipo que no enfermaron a causa del agua; sólo bebían whisky.
ResponderEliminarHasta Katherine Hepburn, que no hacía más que reprocharles su afición al whisky.
EliminarClaro que en su caso, la animadversión a la bebida estaba más que justificada, aguantando en casa a su marido Spencer Tracy, no me extraña que la pobre estuviera más que harta.
Buena película; sobre todo, la fotografía y las imágenes son espectaculares.
ResponderEliminarSaludos Trecce.
Tiene muchas cosas buenas.
EliminarEra una muy entretenida peli y más para aquellos tiempos en que aún no habían inventado las "superproducciones" de romanos, ni tampoco las pelis de "efectos especiales" sobre naves extraterrestres.
ResponderEliminarAquello era buen cine.
Y tanto, amigo.
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