Sebastián (Gael García Bernal), es un joven director de cine con inquietudes sociales, que ha "descubierto" las figuras de Fray Bartolomé de las Casas y del padre Antonio Montesino (en el film le nombran Montesinos), y lo que representaron en la defensa de los indios americanos. Sebastián quiere hacer una película que sirva al tiempo, de testimonio y de homenaje a ambas figuras.
Para rodarla, el equipo se ha trasladado a Bolivia, pues el productor ejecutivo, un tal Costa (Luis Tosar), está obsesionado por ahorrar costes, sabe que allí despachará a los extras con un par de dólares al día y que podrá trabajar en el montaje de escenarios sin medidas de seguridad, lo que supondrá una buena rebaja en el presupuesto.
A mitad de la película, los miembros del equipo se ven sorprendidos por una serie de revueltas de la población de Cochambamba, donde están rodando, en protesta por el aumento del precio del agua doméstica, un servicio que ha sido vendido a una multinacional que a cambio de modernizar la red, ha forzado a las autoridades a establecer medidas que incluyen el mencionado aumento del precio y otras tan peregrinas como que haya que obtener un permiso para almacenar agua de lluvia.
El rodaje de la película se ve afectado por los incidentes y peligra la culminación de la misma.
Película dentro de otra película, un tema recurrente en el cine y no siempre fácil de abordar. El guión plantea el conflicto del neocolonialismo, esta vez será una multinacional norteamericana la que va a someter a sus dictados a la población indígena; quinientos años después del descubrimiento, todo sigue igual, o peor.
Si con la llegada de los españoles, los indios se vieron obligados a trabajar en condiciones penosas para sus nuevos dueños a cambio, como se dice en un párrafo del guión, de amor y caridad, ahora, en pleno año 2000, se desató en Cochambamba la llamada "Guerra del agua", un episodio que movilizó no solo al campesinado local, sino también al comercio y a una parte de la endeble industria y que acabó extendiéndose por toda Bolivia. El gobierno, en un descarado intento de manipular la situación, cargó las culpas sobre los traficantes de coca, pero ante el cariz de los acontecimientos, se vio obligado a retirar la ley que privatizaba el agua.
El intento del film y de su directora, Iciar Bollaín, que se hizo cargo de un proyecto en principio destinado a Alejandro González Iñárritu, está claro, por un lado denunciar ese neocolonialismo a que aludíamos y, por otro, poner en solfa a cierto sector de la progresía al que se le llena la boca de solidaridad con los desfavorecidos, pero a la hora de la verdad, nada quiere saber del asunto y si se ve envuelto, por pura casualidad, en un conflicto de este tipo, esconde la cabeza y sale por pies.
Sin embargo, la intención, por momentos, queda en eso y, cuando pretende compensar esta crítica, personificada sobre todo en los personajes de Raúl Arévalo y Carlos Santos, con el compromiso y la actitud valiente de última hora de Costa, para mí fastidia lo que podía haber sido un buen film de denuncia, convirtiendo al personaje de Tosar en una especie de superhéroe que está de más.
Magníficas las actuaciones tanto de Tosar como de Karra Elejalde, aunque yo me quedo con la de este último que está sublime en su papel de actor borrachín pero que es el único que mantiene una linea de coherencia en sus convicciones: Ni cree que Colón fuera tan malo, cuando los otros defienden a Las Casas y Montesino; ni sale con el rabo entre las piernas cuando la situación se pone peligrosa, sino que declara: ¡Yo, me quedo!
Sin duda, su personaje y lo que representa es lo mejor de un film que tiene buenos momentos, con algunos diálogos inteligentes y unas cuantas escenas en las que logra plasmar el paralelismo entre las situaciones de la época del descubrimiento y las actuales con gran inteligencia. Lástima de final que, además de estropear en buena parte lo anterior, parece resuelto a toda prisa.
Por cierto, a propósito de que esta película representara a España en los Óscar de 2010, he leído por ahí mofas de que estaría bueno que en Hollywood fueran a premiar un film que pone verde a una empresa norteamericana, pero nadie dice que de aquel consorcio que se quedó con los derechos del agua de Cochabamba, formaba parte la española Abengoa, nada menos que con el 25%.
Buena reseña... La comencé a ver en su momento...
ResponderEliminarEstá bien, pero podría estar mejor (la peli y la reseña).
EliminarGracias.
No la he visto Trecce, pero por lo que cuentas, hasta aquél mundo apartado llegó el negocio, la manipulación y el mamoneo; en esta ocasión en algo tal vital como es el agua.
ResponderEliminarSaludos.
Como en tantas ocasiones, a los buitres se les fue la mano.
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