lunes, 27 de octubre de 2014

CORAÇOES SUJOS

Takahashi (Tsuyoshi Ihara), es un fotógrafo que tiene su estudio en una ciudad del interior de Brasil, donde viven varias familias de inmigrantes japoneses; de hecho la colonia japonesa en Brasil es la más numerosa del mundo en aquellos años de mediados de los 40 del pasado siglo.
Los japoneses tienen prohibido mantener escuelas, periódicos, incluso oír la radio, así como reunirse; el miedo de las autoridades a que no se integren, hace que cualquier manifestación de su cultura, esté prohibido.
Así, en una celebración que están llevando a cabo un grupo de ellos, el cabo del puesto de policía, les ordena que se dispersen y tras arrancarla del mástil en que está izada, se limpia las botas con la bandera japonesa, al tiempo que les dice que ellos han perdido la guerra, algo que se niegan a reconocer, considerándolo una mentira de los occidentales.
Impulsados por el coronel Watanabe (Eiji Okuda), Takahashi y otros cuantos miembros de la comunidad, se dedicarán a perseguir a aquellos compatriotas que aceptan la noticia de la derrota japonesa. Recién acabada la 2ª Guerra Mundial, otra guerra interna se inicia entre los nipones que viven en Brasil.


El guión, está basado en el libro escrito una década antes por Fernando Morais, que alcanzó récord de ventas y que lleva el mismo título que la película.
Revive los acontecimientos que tuvieron lugar tras la derrota japonesa, lo que provocó una división en la numerosísima colonia nipona, asentada principalmente en el estado de Sao Paulo, entre quienes aceptaron la derrota y quienes se negaban, de forma recalcitrante, a creer que aquello podía haber ocurrido.
La organización "Shindo Renmei", se dedicó a matar a los llamados Makegumi, los derrotistas, llamados despectivamente coraçoes sujos, no menos de 23 persona fueron muertas y otras 147 heridas, a veces con katanas.


En base a un hecho histórico, Vicente Amorim, nos cuenta la historia ficticia de Takahashi y cómo su sentido del honor se convierte en tragedia.
Amorim busca la fidelidad a la cultura japonesa, con actores de allí y diálogos en su idioma natal; incluso en la estética, la película trata de acercarse a un tipo de cine japonés clásico, al estilo de Kurosawa, pero precisamente eso, es uno de los lastres que arrastra el film, porque vemos algunas cosas con cierta lejanía que nos aleja del drama planteado.


Está bastante bien para acercarnos a una historia poco conocida que, desde luego, los círculos japoneses no gustan de airear y en la que Amorín pone la mejor de sus voluntades, a pesar de lo cual resulta un tanto solemne, apegada a los conceptos académicos y con unas mínimas concesiones al riesgo, mejor diría al atrevimiento, que quedan reducidas a algunos desenfoques.
Muy interesante como relato histórico y no tanto como film, pero principalmente, ya digo, por querer parecerse a lo que no es y Amorín no es japonés, ni ha sabido captar la esencia del cine oriental, se queda en las formas y el resultado es algo de todo y todo de nada.




4 comentarios:

  1. Hombre no aceptar ni reconocer que perdieron la guerra también hay que ser fanáticos, y en esto del fanatismo los japoneses se las pintan solos. Menudo coco tienes colega, para mostrarnos todos los días una película y hacer tu critica tan especial sobre ella.

    Saludos Trecce.

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    1. Además de ser fanáticos, hay que tener en cuenta que vivían una situación de cierto aislamiento respecto a su propia cultura, no podía recibir periódicos, ni escuchar radios japonesas, por lo que fue fácil dar pábulo a la idea de que la derrota japonesa era un invento de occidente, en este caso de las autoridades brasileñas, para bajar su autoestima.

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  2. Me recuerda un poco a los Ñetas y compañía, que dicen que se han formado para defender a sus compatriotas y luego se dedican a martirizarlos. Estos en vez de arremeter contra los que ofenden la bandera buscan los culpables entre los suyos.

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