miércoles, 25 de diciembre de 2013

JFK

John Fitzgerald Kennedy, trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos, cae abatido por los disparos de un francotirador cuando recorría en una limusina descubierta las calles de Dallas, era el 22 de noviembre de 1963.
Eso es al menos lo que proclama la versión oficial, aquella a la que llegó la llamada Comisión Warren que dictaminó que Lee Harvey Oswald (Gary Oldman) fue el autor del asesinato y lo hizo en solitario.
Ya desde el principio, mucha gente, desde simples ciudadanos, hasta personas con más o menos relevancia pública, tenían sus dudas sobre la autoría del magnicidio y siempre sobrevoló sobre el asunto la llamada teoría de la conspiración que sostenía que detrás de todo aquel turbio asunto había algún tipo de complot.
Entre estas personas estaba el fiscal de distrito en Nueva Orleans, Jim Garrison (Kevin Costner), que entre 1966 y 1968, estuvo investigando el caso, llegando a la conclusión de que el dictamen de la Comisión Warren dejaban muchas lagunas y que señalar a Oswald como autor en solitario del asesinato no se fundamentaba en pruebas sólidas.


Con una buena fotografía y una banda sonora realmente meritoria, la película se fundamenta en un guión sólido y un montaje excepcional, la crítica es unánime en este aspecto, pocas veces un Oscar al mejor montaje estuvo tan justificado como en esta ocasión.
En el reparto, muchos nombres conocidos (Joe Pesci, Kevin Bacon, Donald Sutherland, Jack Lemmon, Sissy Spacek, Walter Matthau, Lolita Davidovich...), alguno de los cuales apenas tiene una presencia testimonial y destacadas actuaciones de Kevin Costner y Tommy Lee Jones.


Un guión que se atreve a poner en duda, cuando no a criticar abiertamente, incluso a acusar, a instituciones casi sacrosantas en Norteamerica, desde la C.I.A. y el F.B.I. hasta al propio presidente Lyndon B. Johnson. Con todo, para mí lo más importante es lo que tiene de imperecedero, pues si alguna conclusión se saca al final es que el poder, sobre todo el económico, pasa por encima de los ciudadanos, sacrificándolo todo a sus propios intereses. Y ese poder es el que maneja los hilos de las instituciones que se amparan en la razón de estado para escamotear información a las personas, a los contribuyentes como dirían en Norteamérica, dando por hecho que las personas normales no somos capaces de digerir cierta información y que hay que protegernos de nosotros mismos. Un mensaje universal, pues por desgracia para nosotros, esas cosas ocurren aquí (pruebas diarias y bien recientes tenemos de sobra) y en cualquier país independientemente del color político al que se adscriba su gobierno. Después se extrañan de nuestra desconfianza en las instituciones, como si no estuviera más que fundamentada


Una película larga, pero entretenida (quizá decae un poco cuando trata asuntos de la vida personal del protagonista) por lo trepidante de la acción a lo que contribuye no poco ese soberbio montaje al que hemos hecho mención.
Oliver Stone mezcla a la perfección realidad y ficción, hasta el punto de que el espectador que no esté muy versado en el caso, apenas distingue cuando relata la historia y cuando el realizador está especulando.
Como anécdota, decir que Jim Garrison tiene un pequeño papel en el film, curiosamente representa a Earl Warren.

 
 
 

1 comentario:

  1. A mí me resultó entretenida, y creo que la película la configura un buen reparto.

    Saludos Trecce.

    ResponderEliminar