En la novela Los Hermanos Karamazov, hay un relato que el autor pone en boca de Iván, uno de los hermanos y que, a la manera de las novelas interpoladas del Quijote (obra que tanto admiraba Dostoiewsky), tiene entidad propia, principio y final y puede considerarse como un relato independiente, aunque forme parte de la trama de la obra. De hecho hay numerosas ediciones en las que el relato se publica de forma separada con el título de "El Gran Inquisidor"
La acción nos sitúa en la Sevilla del siglo XVI, capital del tráfico comercial con las Indias y donde se acaba de celebrar un auto de fe. Como surgiendo de las cenizas de la hoguera, aparece Cristo, que ha querido mostrarse, al menos un instante, a la multitud desgraciada, al pueblo sumido en el pecado, pero que le ama con amor de niño y suplica su presencia.
Cristo avanza hacia la multitud, callado, modesto, sin tratar de llamar la atención, pero todos le reconocen. El pueblo, impelido por un irresistible impulso, se agolpa a su paso y le sigue. Él, lento, una sonrisa de piedad en los labios, continúa avanzando. El amor abrasa su alma; de sus ojos fluyen la Luz, la Ciencia, la Fuerza, en rayos ardientes, que inflaman de amor a los hombres. Él les tiende los brazos, les bendice.
Ante los ruegos de los fieles, Cristo resucita a una joven de 17 años, hija de un personaje importante de la ciudad. El milagro es presenciado, entre otros, por el cardenal gran inquisidor:
—¡Prendedle!— les ordena a sus esbirros, señalando a Cristo.
Y es tal su poder, tal la medrosa sumisión del pueblo ante él, que la multitud se aparta, al punto, silenciosa, y los esbirros prenden a Cristo y se lo llevan. Como un solo hombre, el pueblo se inclina al paso del anciano cardenal y recibe su bendición.
Los esbirros conducen al preso a la cárcel del Santo Oficio y le encierran en una angosta y oscura celda.
Cuando el anciano inquisidor va a interrogar a Cristo, le hace una pregunta retórica:
—¿Eres Tú, en efecto?
Pero, sin esperar respuesta, pues sabe de sobra quién es, sigue una especie de monólogo, ya que Cristo no abre la boca y permanece callado durante todo el interrogatorio:
¿Porqué has venido a molestarnos?… Bien sabes que tu venida es inoportuna. Mas yo te aseguro que mañana mismo... No quiero saber si eres Él o sólo su apariencia; seas quien seas, mañana te condenaré; perecerás en la hoguera como el peor de los herejes. Verás cómo ese mismo pueblo que esta tarde te besaba los pies, se apresura, a una señal mía, a echar leña al fuego. Quizá nada de esto te sorprenda...
El inquisidor continua reprochándole que haya venido a enturbiar todo lo que la Iglesia ha tardado siglos en poner en orden, hasta llegar al final del relato que termina con este párrafo:
El inquisidor calla. Espera unos instantes la respuesta del preso. Aquel silencio le turba. El preso le ha oído, sin dejar de mirarle a los ojos, con una mirada fija y dulce, decidido evidentemente a no contestar nada. El anciano hubiera querido oír de sus labios una palabra, aunque hubiera sido la más amarga, la más terrible. Y he aquí que el preso se le acerca en silencio y da un beso en sus labios exangües de nonagenario. ¡A eso se reduce su respuesta! El anciano se estremece, sus labios tiemblan; se dirige a la puerta, la abre y dice: “¡Vete y no vuelvas nunca... , nunca! Y le deja salir a las tinieblas de la ciudad”. El preso se aleja.
No hace falta comentar que la pretensión de Dostoiewsky es hacer una crítica de la jerarquía católica, crítica demoledora por otra parte, en la que Cristo es juzgado de nuevo como lo fue en su día por el sanedrín judío y que está convencida de que lo que en su día predicó, no es conveniente para una humanidad débil a la que ellos guían por el sendero que les conviene, convirtiendo en asunto central del relato la contraposición entre la doctrina de Cristo y los postulados de la Iglesia representada por el cardenal inquisidor.
Realmente Dostoiewsky, una vez mas, nos demuestra que es un gran pensador y critico.
ResponderEliminarY sabe hacerlo de maravilla a la hora de trasladarlo a la escritura.
EliminarHe empezado a leer la entrada, pero como esta novela es una de las que tengo pendientes, no he querido leer el resumen del relato para echarlo a perder cuando lo lea en su lugar correspondiente. Tendré que esperar.
ResponderEliminarPues a esperar entonces.
EliminarNo la ha leído, pero pinta bien.
ResponderEliminarSaludos Trecce.
Al fin y al cabo es algo que todos hemos discutido alguna vez, solo que Dostoievski lo sabe decir muy bien.
EliminarEstá visto que Dostoiewsky es inigualable describiendo personajes. La descripción psicológica que hace del Inquisidor es magistral. No se le escapa un detalle del comportamiento de los grandes inquisidores de cuando la Santa Inquisición quemaba en la hoguera a todo el que no pensara lo que ellos. La crítica que hace a la Jerarquía acomodada de la Iglesia es extremadamente fina y demoledora.
ResponderEliminarAsí es, José Luis.
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