jueves, 24 de marzo de 2011

CUENTOS FOLCLÓRICOS RUSOS

Hubo una vez, hace muchos años...
Así, o con fórmulas parecidas, comienzan muchos de los cuentos que todos recordamos desde niños y que nos acompañarán a lo largo de nuestra existencia, por más que nos las demos de adultos, o que cuando caiga en nuestras manos un texto con este tipo de relatos, lo dejemos a un lado, porque "es para niños". Bueno, allá cada uno.
Pues hubo una vez un señor, escritor y periodista, para más señas que se llamaba Alekandr Nikolaevich Afanasiev, al que en un momento dado de su vida se le ocurrió recorrerse un montón de provincias de Rusia, lo cual, allá por 1850, que fue cuando comenzó esta tarea a la que se dedicó en cuerpo y alma, no era fácil en un país tan vasto y con los medios de entonces.
Además, las reformas introducidas en el país a partir de Pedro I, dejaron un tanto de lado a la rusia tradicional ortodoxa y eslava, para introducir los modos de vida europeos. Los boyardos pasaron a convertirse en duques y marqueses, quedando el lenguaje tradicional ruso reducido a las clases medias y bajas, que eran las más amplias de lejos, pero las más débiles económica y culturamente, mientras la nobleza y los sectores ilustrados se pasaban al francés.
Afanasiev recopiló un montón de cuentos y relatos que se hubieran perdido irremisiblemente, ya que los cuentos, en la tradición eslava, no estaban recogidos por escrito y se transmitían oralmente, en las casas, contados por los abuelitos a los niños en las largas noches del invierno ruso.
Son algo chocantes a la mente occidental, al menos la recopilación que yo he leído, las historias acaban de repente, con el castigo del malo y el triunfo del humilde, pero el mensaje moralizante del cuento no es tan descarado y tan edulcorado como en los cuentos que conocemos nosotros.
Se sacan ojos, se matan niños, aparecen espíritus y diablos que conviven con las personas, pero todo ello de forma natural, sin demasiada truculencia y discurren sin golpes de efecto que pongan en tensión al que escucha, sólo ese mínimo suspense que no puede faltar, algunas veces recurre a las reiteraciones, tan del gusto infantil, que jamás se cansa de que le repitan lo mismo, una y otra vez.
Así, entre zares y zarinas, campesinos, animales de la más variada índole, soldados, veremos también aparecer ante nosotros al gigante Verlioka o a la bruja Baba Yaga, como la de la foto de abajo. Todos ellos sin el edulcorante Disney, tan simpático, pero que desvirtuó algunas narraciones europeas, dándoles otro toque más amable y menos espontáneo.
Una delicia para leer y para leérselos a los más pequeños. Lástima que algunas de estas tradiciones se vayan perdiendo de manera paulatina e inexorable. Más de uno no sabe lo que se pierde y no me refiero sólo a los niños, porque tener la suerte de leer un cuento a niño es uno de los grandes placeres de la vida.



6 comentarios:

  1. Trecce mientras sigan existiendo cuentos buena señal. Eso significa que aunque cada vez menos todavía queda gente que cree en la inocencia. Saludos.

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  2. ¡Argh! Odio las pelis de Disney.
    Gracias por la sugerencia lectora.

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  3. Rafa, los mayores somos niños estropeados, a veces tenemos mucho que aprender de su inocencia.

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  4. Titán, no eres el único, aunuqe yo creo que también son encantadoras.

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  5. Los cuentos eslavos, amigo Trece, tienen un encanto especial. Es algo similar a las historias que se cuentan en algunas regiones de España, hablando de lo que hacen las famosas "Meigas" o las "Xanas".
    Saludos

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  6. Exacto, José Luis, porque la tradición celta y la eslava tienen mucho en común.

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