En una comunidad pobre del México de la década de 1950, el terrateniente Andrés Cabrera (Andrés Soler) quiere desalojar a sus inquilinos para demoler el edificio y vender el terreno, pero el líder comunitario Carmelo González (Roberto Meyer) se resiste. Andrés contrata al fornido trabajador del matadero Pedro El Bruto (Pedro Armendáriz) para intimidar a los habitantes, mientras Paloma (Katy Jurado), la amante de Andrés, acosa sexualmente a Pedro. Éste va a la comunidad por la noche y ataca al débil Carmelo, quien muere desangrado. Cuando Pedro conoce a Meche (Rosita Arenas), la hija de Carmelo, se enamora de ella y ella se muda a su casa, pero Paloma, celosa, no quiere renunciar a Pedro.
Los momentos de surrealismo escasean en esta película, si bien no faltan algunas secuencias con un toque morboso y metafórico típicos de Buñuel. El protagonista es una persona de cerebro lento, incapaz de controlar su fuerza física y del que se aprovechan otros con intenciones nada edificantes. Capaz de traicionar a los de su clase por una lealtad mal entendida hacia su patrón (D. Andrés) del que se deja entrever que podría ser hijo ilegítimo, cuando recibe amor, comprensión y dulzura, comienza a ver las cosas de otra manera, aunque la fatalidad del destino conduce a que las cosas acaben mal al más puro estilo de las tragedias clásicas.
Melodrama al que se aplican fórmulas estándar (pasiones turbulentas, amor redentor, peleas, personajes viles que se aprovechan de la debilidad de otros...), con aire de cine social, realista y cierto tono policiaco. Un relato del que Buñuel, con su maestría, sabe sacar partido a pesar de utilizar soluciones sencillas y de que, al parecer, le fueran impuestas algunas convenciones por la productora, seguramente eso influyó en que el realizador no estuviera del todo satisfecho con este trabajo, por demás muy interesante.
Parodia del machismo charro.
ResponderEliminarEsa especie de misoginia tan presente en algunos films de Buñuel.
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