viernes, 8 de diciembre de 2023

LA VIDA Y NADA MÁS

 


Casi dos años después de acabar la Primera Guerra Mundial, una bella y elegante mujer sigue intentando tener noticias de su marido, un militar desaparecido en el frente. Desplazada al aún desolado lugar de los sangrientos combates, conoce al comandante Dellaplane (Philippe Noiret), responsable de una sección del ejército francés que tiene encomendada la búsqueda e identificación de las víctimas de la guerra, pues miles de soldados franceses siguen desaparecidos o sin haber sido enterrados. 
El honor y la ética impulsan la tarea de este hombre que odia la idea del "soldado desconocido". Aunque apenas dedica atención a la mujer recién llegada y ella se muestra altiva, cuando sus caminos se cruzan y ella observa el coraje y la determinación del militar, los sentimientos cambian. Dellaplane acaba descubriendo una conexión sorprendente entre el marido desaparecido de Irène (Sabine Azéma) y el novio de una maestra que también está desaparecido.


Un asunto que no es nuevo en el cine: lo absurdo y doloroso de la guerra, las secuelas que deja, a veces durante generaciones y para tratar sobre ello, Bertrand Tavernier elige situarlo en los momentos inmediatos al fin del conflicto, precisamente cuando la gente comienza a reflexionar en frío a la vista de las horribles consecuencias. Francia es uno de los países vencedores, ¿vencedor?, ¿de qué? Quizá sea más bien aplicable esa frase que repetimos tantas veces: en una guerra todos pierden. Y es que las imágenes que vemos son de pueblos arrasados, campos sembrados de obuses sin estallar, mutilados, amnésicos, viudas y huérfanos, escasez de alimentos y combustible...
El film nos acerca a la crudeza de la guerra con cierto lenguaje lírico, sin aspavientos, con secuencias impactantes, pero no por su espectacularidad, sino porque en su sencillez nos encogen el alma, como aquella en que los familiares recorren las mesas donde están depositados los objetos encontrados en el campo de batalla, en busca de alguno que pueda haber pertenecido al ser querido y ayude en la  identificación del cuerpo en cuyas ropas o cerca del cadáver, fue hallado. Una colección de piezas, cartas, fotos o recuerdos que, en ocasiones, se han convertido casi en basura por las propias condiciones en que fueron encontradas.


Tavernier, como en otras ocasiones, toma partido y lo hace en contra de la guerra a través de este hombre, un comandante del ejército meticuloso en su trabajo, siempre a vueltas con cuadrar las cifras de muertos y que se niega a obedecer las órdenes de enterrar los cadáveres a toda prisa en el afán de las autoridades por ocultar la barbarie, porque él piensa que todos los muertos son susceptibles de identificar y con los medios que había entonces, aparte de las medidas que toma (fotografías, toma de datos identificativos, etc.), la conservación del cadáver es primordial para el reconocimiento definitivo por parte de los familiares.
Cuando le reprocha a Irène que no sabe nada de la guerra, le dice que ella nunca ha visto un campo después de la batalla, con un olor pestilente, cadáveres desmembrados, desfigurados, moscas revoloteando alrededor, cosas que no aparecen nunca en las crónicas periodísticas.
La película tiene sus toques de humor negro: El escultor que se frota las manos ante la demanda de monumentos conmemorativos que le llueven de todos los lugares o los representantes de una pequeña población que se lamentan de su mala suerte, porque de diecisiete movilizados en su municipio, todos regresaron a casa y no pueden acogerse a las subvenciones oficiales, pretendiendo una triquiñuela para que dos muertos (un padre y un hijo) que habitaban en una alquería próxima, pero perteneciente a otro término municipal, sean considerados como suyos y puedan tener sus propios muertos.
Film antibelicista sin ambages, con una critica explícita a los detentadores del poder, los mismos que metieron a su pueblo en un conflicto que supuso millón y medio de muertos y que ahora quieren rendir homenaje enterrando a un desconocido bajo el Arco del Triunfo, como si a los muertos les importara algo eso.
 



4 comentarios:

  1. En la guerra, el derrotado es el que pone el escenario.

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  2. Hola Trecce!
    Otro titulo por descubrir, tomo buena nota. Es tal y como dices, pasan las décadas, cambiamos de siglo, se logran avances científicos en todos los campos pero los efectos devastadores de las guerras no han variado en absoluto.
    Saludos!

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