Durante la visita del senador Raskob (Sorrell Booke) a una de las bases del Mando Aéreo Estratégico en Omaha, una serie de errores humanos e informáticos desencadenan una alarma que obliga a enviar una escuadrilla de aviones norteamericanos "Vindicator" a bombardear Moscú con armas nucleares. El presidente, para convencer a los soviéticos de que se trata de un error, ordena al Comando Aéreo Estratégico que ayude a los soviéticos a detenerlos.
El guion se basa en el best seller escrito por Eugene Burdick y Harvey Wheeler, publicado originalmente por entregas en el Saturday Evening Post, los días 13, 20 y 27 de octubre de 1962, durante la crisis de los misiles cubanos.
Política ficción pero que nos lleva a situaciones que resultan del todo creíbles para el espectador. Una historia de errores en cadena en la que los propios protocolos de seguridad son los que llevan a que la operación emprendida por los bombarderos norteamericanos sea imposible de abortar traspasado cierto límite, para impedir que los encargados de llevarla a cabo acaten ninguna orden que se les pueda transmitir con engaños procedente del enemigo que podría imitar la voz de propio Presidente o de otras personas para hacer creer a los aviadores que provienen del mando propio.
Filmada en la misma época que la película de Kubrick Dr. Strangelove, en este film, dirigido por Sidney Lumet, desaparece todo atisbo de sátira, para plantearnos una realidad que, por más que se nos olvide o que hayamos aprendido a convivir con ella, está bien presente y que los dirigentes de las grandes potencias, de cuando en cuando, nos traen a la actualidad en toda su crudeza. El peligro de la guerra nuclear, de la desaparición del planeta, pende sobre nosotros como una espada de Damocles, con arsenales de armas capaces de destruír varias veces el mundo conocido a nada que a uno de estos tipos se le crucen los cables en un momento determinado.
A pesar de que el film parte de un error de los norteamericanos, que estos asumen y del que se hacen responsables, hacia el final de la película, en la conversación que el presidente mantiene con el primer ministro soviético, parece como si estuviera empeñado en repartir culpas, pero a pesar de estos deslices un tanto maniqueos, el film consigue mantener la tensión y, como digo, presentar una situación que resulta absolutamente posible.
Me impactó mucho esta película y su final sobrecogedor.
ResponderEliminarNada complaciente, en efecto.
EliminarHola Trecce!
ResponderEliminarSi, precisamente estaba pensando al leer tu entrada en la película de Kubrick. Tal y como esta el panorama con esto de la inteligencia artificial el asunto da un poquito de miedo...
No conocía esta película, gracias por traerla.
Saludos!
Un poquito bastante.
EliminarEl mundo pendía de un hilo (y hoy también...).
ResponderEliminarPor desgracia, así es.
EliminarTratamiento "en serio" del mismo tema que Stanley Kubrick abordaba en clave de sátira en su formidable ¿TELÉFONO ROJO?VOLAMOS HACIA MOSCÚ. En esta ocasión Lumet consiguió con facilidad un tono impactante debido a la naturaleza del asunto, pero su resolución formal resulta, por momentos, alambicada y pretenciosa.
ResponderEliminarDe acuerdo, también creo que en el último tramo, la película pierde.
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