Amaia (Laia Costa) acaba de ser madre y se da cuenta de que no sabe muy bien cómo serlo. Al ausentarse su pareja por trabajo unas semanas, decide volver a casa de sus padres, en un bonito pueblo costero del País Vasco, y así compartir la responsabilidad de cuidar a su bebé. Amaia empieza a ser consciente de que aunque ahora sea madre, no ha dejado de ser hija.
La vida cotidiana de una familia con sus problemillas (supongo que como casi todas) que retrata bastante bien el laberinto en que se meten algunas parejas jóvenes (no todas, que hay muchas muy responsables) cuando deciden tener un hijo, no es que no tengan ni idea de la que se les viene encima, es que tienen una percepción totalmente equivocada de lo que aquello va a suponer en sus vidas y es que traer una criatura al mundo, nada tiene que ver con comprarse una mascota.
Amaia se va a encontrar con ese cambio en su vida de golpe y porrazo, como tantas madres y cuando recurra a los abuelos para que la echen una mano, circunstancias de la vida la llevarán a no olvidarse de que ella también tiene una madre.
Una película muy emotiva.
Emotiva y sincera. Sin embargo, y aunque pueda parecer paradójico, en algunos aspectos me pareció poco original. Y demasiado dramática para mi gusto.
ResponderEliminarSaludos.
Yo prefiero no entrar en detalles, quizá es que esperaba algo más.
EliminarImagino que el bombo y platillo de las candidaturas a los Premios Goya genera unas expectativas que hacen que uno se pueda sentir un tanto defraudado. Yo, en cambio, prefiero valorarla como lo que es: una película sencilla, muy entrañable, digna ópera prima de una prometedora cineasta.
ResponderEliminarUn diagnóstico bastante ajustado.
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