LA CHICA SALVAJE

 

Abandonada por su familia, Kya Clark (Daisy Edgar-Jones), también conocida por los habitantes de Barkley Cove como Marsh Girl (La chica del pantano o como dicen en la versión en castellano, La chica salvaje), es misteriosa y salvaje. Criada en los pantanos de Carolina del Norte en la década de los 50. Cuando un joven muy conocido en la ciudad, es encontrado muerto, Marsh Girl se convierte en la principal sospechosa porque en algún momento estuvo relacionada con él.

El guión adapta el best seller Where the Crawdads Sing (Donde cantan los cangrejos), de la estadounidense Delia Owens, un libro del que se han vendido más de 15 millones de copias y al que envuelve cierta polémica, pues la autora se vio involucrada en un crimen que puede guardar ciertas similitudes con el de la película, cuando, años atrás, Delia, junto a su ex-marido Mark y su hijastro Christopher, fueron citados por las autoridades de Zambia para interrogarlos por el asesinato de un cazador furtivo, cuando ella y su ex-marido llevaban a cabo un trabajo de investigación en Zambia y Botsuana. Ambos vivieron dos décadas en África y se involucraron en el activismo contra la caza furtiva.

Creo que la película acierta en la estructura, mezclando secuencias en tiempo presente, con la protagonista encarcelada, las relaciones con su abogado y el desarrollo del juicio, con otras que nos van relatando su pasado, su vida en soledad que comenzó siendo tan solo una niña, en un entorno de naturaleza exuberante de lagos, pantanos y marismas, que puede resultar peligroso, pero con el que ella aprende a convivir y a sacar provecho de lo que le ofrece. 

La historia tiene alma femenina, la de una mujer en la se dan una mezcla de fragilidad y fortaleza, siempre dispuesta a salir adelante por más que las condiciones no sean en ocasiones las más adecuadas, víctima del desamparo, siempre encuentra algo o alguien a quien aferrarse, por más que ello le lleva en más de una ocasión a decepciones de las que suele salir fortalecida. 

El personaje de Kya, está magníficamente interpretado por Daisy Edgar-Jones, siendo su actuación de lo mejor de la película junto a la fotografía que sabe sacar provecho de los paisajes que proporciona el entorno natural en que transcurre la acción.

Una historia hermosa con tintes amargos, que trata algunos asuntos sensibles que, aunque no aporta novedades argumentales, sí que finaliza con un giro bastante logrado y, como guinda, acompaña los títulos de crédito finales con una bellísima canción de Taylor Swift, titulada "Carolina", con aires folk y que encaja perfectamente con las sensaciones que nos deja la película.