Beverly Boyer (Doris Day) es un ama de casa felizmente casada con el exitoso ginecólogo Gerald (James Garner). Ella se encarga de administrar la casa y criar a sus dos hijos cuando, inesperadamente, se le ofrece la oportunidad de protagonizar un comercial de televisión para Happy Soap, la compañía que administra la familia Fraleigh. El patriarca de esta familia, Tom Fraleigh (Reginald Owen), conoce a Beverly en una cena y la oye contar como El jabón feliz la salvó la vida y quiere que lo cuente en el anuncio. A pesar de que en opinión de Tom la intervención no es buena, queda fascinado por su estilo honesto y sencillo que le parece refrescante para el espectador. En contra de la opinión de los directivos de la empresa, le firma un contrato de 80.000 dólares anuales para convertirse en su rostro habitual y pronto aparecerá en innumerables comerciales de televisión, vallas publicitarias y revistas. Pero el que de verdad se muestra contrariado es el esposo de Beverly, convencido de que su lugar está en el hogar cuidando de los dos pequeños, su éxito inmediato entre el público, hace que aumenten su fama y sus compromisos profesionales, Beverly y Gerald apenas se ven y la situación agrega más tensión a su matrimonio.
¿Familia o carrera profesional? El dilema a que se enfrentan las mujeres toma presencia sobre todo a partir de la década de los 60 del pasado siglo y es el argumento que mueve esta comedia romántica. Beverly es una de estas mujeres a las que la vida les ofrece la oportunidad de jugar un nuevo papel en la sociedad, pero se enfrenta a un marido de lo más tradicional, incapaz de entender las inquietudes de su esposa y que el hecho de que quiera tener independencia económica y trabajar fuera del hogar, no significa que le quiera más o menos.
Norman Jewison quiere sacar rendimiento a los personajes secundarios con los ingenuos y, en ocasiones, irónicos comentarios de los niños; la asistenta alemana o los directivos de la compañía de jabones, pero lo cierto es que no siempre lo consigue aunque de vez en cuando nos provoque una sonrisa.
Está claro que la película pertenece a otra época y que pretende ser un producto de entretenimiento, pero a la postre, su mensaje resulta anticuado y absolutamente retrógrado.
Lo mejor, la crítica, no exenta de sarcasmo, acerca de la baja calidad de algunas producciones televisivas en las que se trata al telespectador como si fuera tonto y, sin duda, la secuencia de apertura protagonizada por una impagable y divertida Arlene Francis, con esa escena, seguro que te vas a reír.
La fórmula "Doris Day" debía de ser muy rentable, puesto que todas sus películas parecen fabricadas en serie.
ResponderEliminarSí, pero dentro de eso, las hay bastante logradas y otras bastante menos.
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