Principios de los años 40, finalizado el conflicto de la Guerra Civil Española, una familia de campesinos, "Los Pérez", deciden emigrar a Madrid convencidos por el hijo mayor de que allí podrán mejorar sus condiciones de vida. Según comenta el hijo, en Madrid el dinero se gana sin esfuerzo, y la vida es mucho más fácil que en el campo. Pero nada más llegar a Madrid, se dan de bruces con la realidad. Cada miembro de la familia, a su manera, ira descubriendo que la vida en la ciudad no es lo que esperaban, es cruel y está llena de desengaños y penalidades. El padre, Manuel (José Prada), encuentra trabajo en una fundición, pero no consigue adaptarse al extenuante ritmo de trabajo y pronto es despedido; Pepe (Francisco Arenzana), el ambicioso hijo mayor, se establece como chófer y cree que los turbios negocios relacionados con el estraperlo en los que se va involucrando le van a hacer rico, pero la realidad pronto le demuestra que no será así; Manolo (Ricardo Lucía) el hijo menor, encuentra trabajo como chico de los recados, aunque verá cómo le roban la mercancía de uno de los pedidos y se ve despedido y debiendo dinero, y Tonia (Marisa de Leza), la hermana, logra encontrar trabajo como asistenta, pero enseguida es seducida por Don Roque alias Chamberlain (Félix Dafauce) un oscuro y adinerado personaje y se deja llevar por la, en apariencia, vida fácil. Poco a poco toda la familia se ira dando cuenta de que, si eres pobre, la vida resulta dura vivas donde vivas.
No creo que haya un antes y un después de "Surcos", porque la película es una especie de verso libre en la cinematografía española de la época (1951), más que un oasis, es una palmera en medio del desierto, pero bien verde y enhiesta, como desafiando a la aridez que la circunda.
Llama la atención de muchos que sean falangistas tanto el director como los guionistas del film, pero todo esto tiene una explicación. La Falange contiene en su doctrina un corpus social al que, más o menos, se atiene el film, la sublimación de los valores del campo frente a la ciudad, la prevención contra el liberalismo económico, están en el fondo del discurso de la película. Además estamos hablando de intelectuales, falangistas, sí, pero que nadie vea en estas personas un grupo de pistoleros del alba. El realizador se había afiliado a Falange antes de la contienda civil, en la que participó con el grado de alférez provisional, pero se alineó con aquellos que se opusieron a la unificación con el Requeté ordenada por Franco y tuvo como profesor de gramática y lengua francesa durante el bachillerato, nada menos que a Antonio Machado. Eugenio Montes, aunque era uno de los fundadores de Falange Española, sus ideas políticas estaban más cerca del tradicionalismo monárquico que del fascismo. Torrente Ballester se afilió a Falange Española durante la contienda y lo hizo aconsejado por un sacerdote de su confianza para evitar posibles problemas, pues algunos de sus conocidos habían sido fusilados, estuvo muy unido al llamado Grupo de Pamplona ( Dionisio Ridruejo, Pedro Laín Entralgo, Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco…). Natividad Zaro Casanova, esposa de Eugenio Montes, antes de la Guerra Civil, había creado el grupo de teatro experimental El Caracol, junto a Cipriano Rivas Cherif (cuñado de Manuel Azaña) y frecuentó con asiduidad las tertulias literarias de la época, como la que presidía Valle Inclán en El Henar, hablamos de una mujer que nada tiene que ver con el modelo de esposa y ama de casa que predica el franquismo, con gran preparación intelectual y activa en el mundo de la cultura, conocida en los ambientes literarios por sus recitales de poesía en los que leía poemas de Juana de Ibarbourou, Dulce María Loynaz, María Enriqueta, Delmira Agustini, Gabriela Mistral y Alfonsina Storni. Surcos fue producida por Atenea Films, S.L, la productora de la que ella era presidenta.
La película estaba pensada, en origen, como una especie de sainete, supongo que al estilo de lo que haría después Paco Martínez Soria, que mostrara los peligros de la ciudad para intentar frenar el imparable éxodo rural, sin embargo acabó convertida en todo lo contrario, un duro testimonio de las penurias de la España de posguerra claramente influenciado por el neorrealismo italiano, aunque su estética tiene más que ver con el cine negro americano.
La Iglesia puso trabas a su estreno y hubo que eliminar la escena final en la que los Pérez se cruzan en la estación de Atocha con otra familia campesina que se dirige a Madrid, porque claro, de ser el relato sobre una familia (aunque el apellido está puesto con toda la intención, en España decir Pérez es incluírnos a todos), pasaba a ser el de muchas otras que hacían lo mismo.
De cualquier modo, no deja de llamar la atención que la película saliera adelante, ¿cómo fue posible? Pues porque se alinearon los astros, además de un elenco de intelectuales con conciencia social como el mencionado, tenemos a un Director General de Cinematografía, José María García Escudero, que en la Transición sería el Juez especial para la instrucción del caso del 23-F y que había sido comisario político de una brigada anarquista al principio de la Guerra Civil, aunque enseguida se pasó al bando sublevado, este hombre consideraba que el cine español necesitaba un cambio y, no solo bendijo el acceso al crédito sindical de la película, sino que la catalogó de Interés Nacional. Eso le costó el cargo, porque la película fue un gol por toda la escuadra al Régimen y su realizador, que venía del éxito de Balarrasa, tras esta película y sobre todo con El inquilino (1957), pasó de ser un director del Régimen a ser considerado problemático.
La películas se rodó casi íntegramente en Madrid, y casi todo en exteriores, lo que la convierte por momentos, en una experiencia casi documental: una ciudad superpoblada que nos muestra en un recorrido por estaciones de tren y de metro, desde Príncipe Pio hasta Lavapiés. Con todos esos elementos, el cineasta segoviano construyó una profunda y densa crítica en cuya esencia se culpaba –de forma encubierta– a la situación política y económica, de los males que aquejaban a la sociedad española de los años 50.
Una de las grandes películas de la historia del cine español. Quizá la que mejor supo retratar las miserias de quienes emigraban del campo a la gran ciudad.
ResponderEliminarDemasiado olvidada para lo que fue.
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