Finalizada la guerra civil española (1936-1939), Manuel Artíguez (Gregory Peck), un popular miembro del maquis, abandona España y se refugia en Francia. Veinte años más tarde, el hijo de su mejor amigo, atraviesa la frontera para pedirle que vuelva a España y mate a Viñolas (Anthony Quinn), un capitán de la Guardia Civil responsable de la muerte de su padre. Pero Artíguez, hastiado de todo, no atiende la petición del chico. Sin embargo, cuando la madre del guerrillero cae gravemente enferma y el hijo considera visitarla de incógnito, Viñolas aprovecha la ocasión para tenderle una trampa.
El guión adapta la novela Killing a Mouse on Sunday del húngaro nacionalizado británico Emeric Pressburger, un hombre muy vinculado al cine, pues fue director, realizador y productor de varios films. Al parecer, la novela, a su vez, se inspira libremente en la vida de El Quico (Francesc Sabaté Llopart), un combatiente anarquista que, acabada la guerra, se exilió en Francia, pero continuó haciendo incursiones esporádicas en España. En 1959, recibió la carta de un compañero de lucha que estaba detenido y con una larga condena a sus espaldas, por lo que, fiel a esa amistad, decidió hacer una nueva incursión para tratar de rescatar a su antiguo compañero, que acabaría por costarle la vida, el 5 de enero de 1960.
La exhibición del film, estuvo prohibida en España hasta 1979. Yo me imagino a los censores descojonándose de la risa (con perdón) cuando les presentaran la película. Y no porque sea divertida, que no lo es, porque de comedia no tiene nada, sino porque pensarían: ¿Pero, estos, a dónde van? ¿Cómo pretenden que demos de paso una película con un capitán de la Guardia Civil que tiene una amante y un sacerdote que advierte a un guerrillero (no olvidemos que eran tenidos por criminales peligrosos) para que no regrese a España porque le han tendido una trampa? ¿Se imaginan esta tesitura en la España de 1964?
El mayor aliciente de la película es el nombre de su realizador (Fred Zinnemann) y ese trío de actores que, por sí mismos, ya son un reclamo para cualquier película: Gregory Peck, Anthony Quinn y Omar Sharif. Y para acabar de redondear los nombres sonoros, la música es de Maurice Jarre.
Para el espectador español, contemplar, una vez más, con curiosidad, cómo nos ven los norteamericanos, para empezar, en la primera secuencia, vemos a un toro bravo pastando en las montañas de Navarra y la aparición en pantalla de Anthony Quinn, se produce a caballo, tentando un becerro, escena en la que, por cierto, aparece el único español que interviene en el film (al menos que yo haya detectado), el inefable José Luis de Vilallonga.
La película en sí, no me ha parecido nada del otro mundo más allá de lo bien que le sienta a la historia haber sido rodada en blanco y negro, pero el film se empantana en un especie de prédica moralizante que se llega a hacer un poco pesada.
Eso sí, ver a Anthony Quinn con tricornio, no tiene precio y ver a estos tres grandes de la pantalla, aunque sea en un film que a mí me resulta bastante menor, siempre es una delicia.
Cuatro gigantes en una casa minúscula ¿la definí bien?
ResponderEliminarBastante bien.
EliminarHola Trecce!
ResponderEliminarNo la conocía y desde luego me ha resultado una gran sorpresa ver a Quinn con ese uniforme. Bueno, desde luego y tal como comentas lo de presentar esta historia en aquellos años es de juzgado de guardia...jeje
Saludos!
A eso se le llama tener moral.
EliminarA esta película le debe de pasar un poco lo mismo que a "¿Por quién doblan las campanas?": bienintencionada en lo ideológico, pero flojita desde el punto de vista cinematográfico.
ResponderEliminarAlgo así.
EliminarHola.
ResponderEliminarSabía de la existencia de esta peli por mi madre,pero no la he visto. Y uanque se empantane y no sea algo único me apetece porque a una historia con Fred Zinnemann y ese trío de actores hay que darle una oportunidad.
Feliz día.
Por floja que sea la película, como es el caso, siempre es un gusto ver a estos grandes de la pantalla.
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