Joe Bradley (Gregory Peck) es reportero del American News Service en Roma, un trabajo que no le gusta demasiado, ya que preferiría trabajar para lo que considera una verdadera agencia de noticias en Estados Unidos. Está a punto de ser despedido cuando es atrapado en una mentira por su jefe, el señor Hennessy (Hartley Power), tras haberse quedado dormido y perderse una entrevista con Su Alteza Real la Princesa Ann (Audrey Hepburn), quien está en una gira de buena voluntad por Europa, siendo Roma su última parada.
Sin embargo, Bradley cree que puede haber tropezado con una gran primicia. La princesa Ann ha cancelado oficialmente todos sus compromisos en Roma debido a una enfermedad. En realidad, el periodista reconoce en la fotografía de los periódicos a la joven que creyó embriagada, bien vestida pero de forma sencilla, que rescató de la calle anoche (ya que no quería entregarla a la policía para que no la detuvieran por vagabunda), y que aún no ha regresado a su residencia en la capital de Italia, pues se encuentra en el pequeño estudio donde vive Bradley durmiendo la resaca. Lo que Joe no sabe es que realmente está recuperándose de los efectos de un sedante que le dio su médico para calmarla después de un ataque de ansiedad, una ansiedad provocada porque odia la vida que lleva en la que todo está reglamentado, sin poder actuar con libertad y diciendo siempre las cosas de la forma políticamente correcta, no lo que realmente está en su mente o en su corazón.
Hay gente a la que no le gusta esta película, bien porque odian las películas románticas o porque huyen de las tramas pastelosas (o por ambas razones). Argumentan algunos que es una historia aburrida e increíble a partes iguales, nada novedosa y con un argumento que no da para mucho. Todas esas cosas, seguramente serán ciertas, incluso algunas más. Pero como siempre digo, llevamos más de cien años de cine y poco queda por innovar en lo que a argumentos se refiere, son siempre vueltas y más vueltas sobre las mismas historias, al fin y a la postre, lo mismo ocurre en otras artes, pero lo que diferencia a unas películas de otras, casi siempre, no es el qué, sino el cómo. No lo que cuentan, sino cómo lo cuentan, el resto son matices, pequeños detalles o introducir variaciones sobre lo mismo de siempre.
Incluso a quienes no gusten de las comedias románticas, yo animo a que le echen un vistazo a esta película, aunque solo sea por un par de razones (mejor que sean tres): Darse un paseo por Roma cuando el tráfico rodado no tenía nada que ver con el caos que supone en la actualidad; disfrutar de la excelencia en la dirección de William Wyler y enamorarse, una vez más, de Audrey Hepburn.
El argumento de Dalton Trumbo, que no figuraba en los créditos por estar entre los tristemente célebres "Diez de Hollywood" y a quien la Academia le reconocería su autoría muchos años después, cuando ya estaba muerto y le daría el Oscar a Mejor argumento original que conllevaba, es una especie de deconstrucción del cuento de Cenicienta, una comedia rosa (bastante insólita, por cierto en la filmografía de Wyler) que ofrece una visión amable de la monarquía, curiosa viniendo de un izquierdista (izquierdista norteamericano, claro, que no tienen nada que ver con el concepto de tal que tenemos en Europa) y cuyo punto fuerte (el resto es cierto que no merece demasiado la pena) es precisamente el final, que transgrede el típico final feliz de Hollywood. Y es que esa última escena, que se cierra con un maravilloso travelling inverso, es todo un logro y el final que necesitaba la película. El espectador, una vez desaparece la princesa de la rueda de prensa que acaba de ofrecer y se vacía la gran sala en que ha tenido lugar, quedando únicamente el personaje de Peck, caminando hacia la salida, espera ver aparecer de nuevo a Ann y que corra hacia su amor. Pero Ann, nunca aparece y las almas sensibles, esos romanticones empedernidos, seguro que dejarán escapar alguna lagrimilla, porque el final, al estilo Casablanca, lo pide. Y es que si a Rick y a Ilsa siempre les quedará París, a Ann y a Joe, siempre les quedaría Roma.
La película es William Wyler, que debió disfrutar lo suyo haciéndola (no en vano se empeñó en que el rodaje debía efectuarse en Roma sí o sí, contra la opinión de la productora que quería hacerlo en estudio sin salir de EE.UU.) y que dirige con auténtica maestría, pero es, sobre todo Audrey, en el que era su primer gran papel en el cine (había aparecido en algunas producciones europeas y estaba actuando en Broadway), enamorando a la cámara en todo momento y eclipsando a todo y a todos los demás. Su personaje, todo ingenuidad, candor y alegría, nos hace caer rendidos a sus pies. Se dice que al acabar el rodaje, Gregory Peck le dijo al productor que, teniendo en cuenta que estaba claro que ella iba a ganar el Oscar, podía ir pensando en poner su nombre encima del título en el cartel de la película, y él, la estrella consagrada, sabía mejor que nadie de lo que estaba hablando. Me pregunto si está película tendría el predicamento que tiene en la actualidad si hubiera sido protagonizada por otra actriz.
El tercer Oscar que se llevó el film, del que nadie habla, no quiero olvidarlo, porque fue para mi admirada Edith Heat (ocho Oscar la contemplan) por el diseño de vestuario.
Me pareció una gran película. Pero no sabía sus entretelones. Por cierto, acerca de que este tema de la Cenicienta siempre se repite, pero se distingue por la forma de contarlo, lo tengo muy claro. De hecho, al hablar de Noting Hill no pude dejar de citar a "Vacaciones en Roma". Te voy a dejar el enlace:
ResponderEliminarhttp://tigrero-literario.blogspot.com/2011/03/un-lugar-llamado-notting-hill-o-donde.html
Muy amable, como siempre. Gracias.
EliminarLas doce nominaciones al Oscar que acumuló William Wyler a lo largo de su carrera lo convierten en uno de los cineastas más laureados de la historia del cine. "Vacaciones en Roma" podrá tener sus detractores (ellos se lo pierden), podrá ser una insólita comedia rosa en la filmografía de su director, pero sigue siendo una película deliciosa por la que no pasan los años, con un reparto irrepetible.
ResponderEliminarEso pienso yo también.
EliminarHola.
ResponderEliminarYo la vi con diez años, con doce la grabé en vídeo y ya la vi un montón, y será pastelosa e increíble, pero a mí me encanta. Siempre me digo que cuando vuelva a Roma(lo digo siempre qu evuelvo, tarde) quiero alquilar una moto, aunque no sea vespa, y recorrerla.
Muy feliz semana.
Es un film entrañable.
EliminarCreo que me gusta más cada vez que la veo. Audrey está genial y Peck demuestra que se le daban muy bien las comedias, y que era bastante bromista (esa anécdota de la boca de la Veritá es un claro ejemplo).
ResponderEliminarEs una maravillosa película.
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