Alice (Emily Beecham), vive con su hijo preadolescente Joe (Kit Connor), al tiempo que dedica su empeño profesional en desarrollar, en los invernaderos de una empresa de diseño de nuevas especies de plantas, una flor especial capaz de mejorar el estado anímico de las personas. Se trata de perfeccionar una cepa microbiana, genéticamente modificada, para inocularla en una flor de color rojizo y con la inquietante morfología de un virus, que a través del polen producirá, al aspirarlo, ese misterioso estado de bienestar.
Alice, contraviniendo las normas de la empresa, lleva un ejemplar del invernadero a su casa, con el fin de propiciar el clima de calidez hogareña que sus prolongadas ausencias de adicta al trabajo irredenta han vuelto casi imposible. Little Joe (como Alice llama a la planta) sería así, compañía y niñera virtual de un hijo adolescente abandonado a su propia suerte. A su psicoterapeuta, la madre le confiesa incluso la dificultad con que intenta suplir en casa la ausencia de una figura paterna y atender al armonioso desarrollo emocional de su hijo.
Por un lado, un film que podría perturbar al espectador acudiendo al suspense que puede proporcionar la historia de una planta que se vuelve paulatinamente hostil, en línea con algunas obras de ciencia ficción que cuentan historia similares. Por otro, una parábola sobre los peligros que entraña descuidar la familia en aras de un excesivo celo laboral, pero también pone sobre la mesa esa especie de obligación que la sociedad impone a las mujeres de cuidar a sus hijos por encima de su propia promoción profesional.
De gran calidad técnica y con una estética que busca el contraste entre la frialdad de los espacios laborales en que se desarrolla y la calidez del hogar, todo a base de mucho colorido y una geometría de líneas rectas, cuenta con una banda sonora que me ha encantado, en la que predominan composiciones, cuidadosamente elegidas, del ya fallecido maestro japonés Teiji Ito, piezas arriesgadas y muy llamativas.
En cierto modo, la historia que narra es una especie de parábola sobre la deshumanización de la sociedad que busca la felicidad a toda costa en los lugares más insospechados (redes sociales, alimentación, cursos de autoayuda...). Su realizadora y coguionista, la vienesa Jessica Hausner, nos plantea una situación que juega con la intriga y el desasosiego para llevar la duda al espectador, que no llega a dilucidar a ciencia cierta si la planta es un peligro potencial, que ha llevado a cabo una mutación para combatir la condición de estéril con que ha sido diseñada en el laboratorio y se adueña de la mente de los humanos para conseguir alargar su ciclo vital o si, por contra, todo son imaginaciones de la protagonista que echa la culpa a una situación externa del paulatino alejamiento de su hijo.
La película se desarrolla con un ritmo lento (yo digo que como el crecimiento de las plantas) y quizá quince minutillos menos le habrían sentado bien, pero de cualquier modo, resulta un film interesante que atrapa nuestro interés y sabe recoger la herencia de grandes clásicos del tema, ponerlos al día y darles un toque de originalidad.
Por otro lado, la situación que vivimos ahora, en plena pandemia Covid-19, hace que cosas que no nos hubieran llamado especialmente la atención cuando el film se estrenó (2019), nos resulten hoy de plena actualidad y se hayan vuelto cotidianas para nosotros: Como buena parte del film se desarrolla en un centro donde se hacen trabajo de modificación genética, vemos al personal con mascarillas y lavándose las manos concienzudamente con hidroalcohol y, ni que decir tiene, que la idea de que un virus modificado inoculado a una planta, mute y sea capaz de afectar al ser humano, ya no nos resulta tan de ciencia ficción como hace tan solo un par de años.
Me gustó bastante cuando la vi en el festival de Sevilla antes de su estreno en los cines. Hausner ya es una asidua al festival, ya se había llevado el Giraldillo con "Lourdes", otra cinta recomendable y tan original como esta.
ResponderEliminarSabiendo que se proyectó en Sevilla, imaginaba que la habrías visto.
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