Un humilde y sencillo Takezo (Toshirô Mifune) abandona su vida como samurái errante, para vivir en las afueras de una aldea cultivando vegetales. Le siguen Otsu (Kaoru Yachigusa) y Akemi (Mariko Okada), ambas enamoradas de él. Takezo buscará el perdón de Otsu para unir su vida a la de ella.
El Shogun líder del clan más poderoso de Japón, le busca como maestro y vasallo. También es desafiado a pelear por el sumamente seguro y hábil Sasaki Kojiro (Kôji Tsuruta). Takezo acepta luchar contra Kojiro dentro de un año, pero rechaza el patrocinio del Shogun. El año termina cuando Takezo ayuda a los aldeanos contra una banda de bandidos, para dirigirse luego, a través del agua, hacia la isla Ganryu para su combate final.
Tercera y última de las películas que conforman la trilogía sobre la vida del legendario samurái Musashi Miyamoto, dirigida por Hiroshi Inagaki y basada en los libros escritos por Eiji Yoshikawa.
Vemos completada la evolución del personaje protagonista, desde el campesino Takezo, que todo lo fiaba a su fuerza bruta que le convertía en invencible, al Musashi Miyamoto que encarna los valores del auténtico samurái equiparables, salvando las distancias, al héroe medieval europeo de los libros de caballerías.
Musashi vuelve a los origenes, recupera al campesino de sus inicios, pero mejorado y sus andanzas errantes le hacen apreciar el valor de lo sencillo, del cultivo de la tierra y de la paz del mundo rural del que huyó siendo joven en busca de la gloria. Ahora ha aprendido que es precisamente aquí, en este mundo donde las horas transcurren sin prisa y en deliciosa monotonía, donde puede hallar el verdadero disfrute de la vida.
Salvo algunas deficiencias técnicas, como las diferencias de iluminación en los planos/contraplanos de algunas secuencias, pero que, sobre todo para el gran público, tampoco tienen tanta importancia, la película es un buen colofón a la trilogía samurái de Hiroshi Inagaki. En ciertos tramos con la parsimonia de cine oriental que no acabamos de entender en occidente, pero en general, con un buen ritmo narrativo, la película no tiene empacho en "perder tiempo" mostrando los trabajos de Takezo cultivando la tierra, construyendo su nuevo hogar o, sencillamente, dejándonos ver el tranquilo discurrir de un riachuelo. Las escenas de combates son motivo de controversia, para los fanáticos de las películas de acción orientales, demasiado cortas, para otros (entre los que me incluyo), despachadas en el tiempo justo, pero eso es porque a mí me cansan estos combates típicos en que el héroe se enfrenta, uno tras otro, a cientos de enemigos que le rodean, mientras que hay quien disfruta con estas interminables peleas.
Todo ello para llegar al épico enfrentamiento final en la isla de Ganryu que da título al film y que apenas ocupa unos pocos minutos, incluído el simbólico viaje en barca de Musashi. Bien coreografiado, en él asistimos al enfrentamiento entre las dos mejores espadas de Japón, con el mar y el sol del alba como telón de fondo, una maravilla.
Merece la pena ver la trilogía para disfrutar de los paisajes, del entorno, de los vestidos, los austeros interiores, los jardines japoneses que aparecen fugazmente en algunas escenas y, cómo no, de la interpretación de Toshirô Mifune, el samurái por excelencia del cine japonés y la manera en que retrata la evolución de su personaje.
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