Las memorias de Jenara, al antigua novia de Salvador Monsalud, son la excusa de Galdós para guiarnos por los convulsos años en que el Trienio Liberal agoniza y todo el mundo espera el adiós definitivo a la Constitución para retornar al absolutismo. Algo que se produce con la entrada en España de un ejército francés, al mando del duque de Angulema, auspiciado por las potencias europeas en el Congreso de Verona, llamado "Los cien mil hijos de San Luis" que, tras atravesar la Península de norte a sur, barrerá los últimos reductos constitucionales, primero en Sevilla y luego en Cádiz, donde se ha refugiado el gobierno hasta entonces legítimo.
Los viajes de Jenara, primero a Francia y, más tarde a Sevilla en pos de Salvador, nos permiten contemplar en primera persona estos y otros sucesos. Quizá resultan un poco rebuscados y estirados de manera artificiosa los problemas de Jenara para encontrarse con Salvador en la última parte de la novela que se convierte en un culebrón romántico y de enredos un tanto increíbles, pero eso se compensa en cierto modo con el dinamismo de la acción y el retrato que, mediante este recurso halla Galdós para contarnos el ambiente enrarecido que se vivía en Sevilla y el calvario que vivió el régimen liberal en su último reducto gaditano con un desenlace que se veía venir.
Con los felones que administran nuestras vidas y dilapidan miserablemente nuestro bienestar social, estamos inmersos en un ambiente tan enrarecido como el que dice Galdós que se vivía de aquella en Sevilla. Y lo peor de todo, que el desenlace que se augura que va a venir, va a ser peor incluso que el que se derivó de aquella situación. Como Jenara, tendremos que ir en busca de un Salvador de turno para aminorar el desastre.
ResponderEliminarEl panorama que tenemos es sombrío y con estos líderes de chicha y nabo, ni te cuento.
EliminarEran 95.000 y pico contra los españoles que eran 130.000 y además jugaban en casa, pero al parecer los galos venían con la moral más elevada.
ResponderEliminarY mejor organizados. Además, muchos de esos 130.000, se rendían, por orden de sus jefes, sin entablar combate.
Eliminar