El 27 y 28 de enero de 1944, una misteriosa unidad de cazas, conocida oficialmente como el 99º Escuadrón de Cazas (Independiente), dejó su primera impronta destacable en combate, y sus ametralladoras escupieron proyectiles que abatieron a doce aviones alemanes. La unidad estaba compuesta por veinticinco pilotos negros, conocidos como los aviadores de Tuskegee, por el campo de Alabama en el que habían recibido entrenamiento.
Los negros habían combatido en todas las guerras estadounidenses desde la Revolución, de los más de doscientos mil que sirvieron con el uniforme de la Unión en la Guerra Civil, habían caído treinta y tres mil. Incluso cuatro regimientos negros combatieron contra los indios, contando dos unidades de caballería conocidas entre los indios de las llanuras como "soldados búfalo" por el supuesto parecido de su cabellera con el pelaje del animal.
En la I Guerra Mundial, sirvieron más de un millón de negros, pero sólo cincuenta mil entraron en combate. El comandante blanco de una unidad negra acusó a sus tropas de "completamente inferiores, holgazanas e indolentes... Si necesita soldados de combate, y sobre todo si los necesita con urgencia, no pierda el tiempo con los negros".
En septiembre de 1939, servían en el ejército estadounidense menos de cuatro mil negros; transcurridos más de dos años, la Armada contaba con tan solo seis marineros negros (por supuesto, sin contar a los camareros, que de esos había unos cuantos más). Una normativa de siete puntos aprobada por la Casa Blanca en 1940 comenzaba con una premisa que parecía tener cierta lógica: "el personal negro del ejército, será proporcional a la población en general (en torno al 10%), pero finalizaba con una frase demoledora, signo de la intolerancia de los tiempos: "Se mantendrá la segregación racial". La discriminación seguía siendo la norma en los cuarteles militares. Los supervisores de prisioneros de origen alemán o italiano (que eran personal civil), podían utilizar el economato de Fort Benning (Georgia), los soldados negros del ejército de los EE.UU., no. La revista Time, publicó que a los soldados negros enviados a través de El Paso, en Texas, se les prohibía la entrada en el restaurante Harvey House de depósito y se les servían raciones frías, mientras podían ver a los prisioneros de guerra alemanes sentados en el restaurante disfrutando de un plato caliente. Cuando un bar solo para blancos de Carolina del Sur se negó a servir a diecisiete oficiales negros, estos gritaron: ¡Heil, Hitler!. El general McNair, jefe de las Fuerzas de Tierra del ejército, afirmó que "una división de color es una concentración de negros demasiado elevada para ser efectiva". A consecuencia de esta forma de pensar, los negros fueron postergados a compañías de intendencia en las que trabajaban de camioneros, panaderos, lavanderos, peones y similares. En enero de 1944, 775.000 negros lucían el uniforme del ejército (un 8,5% de los efectivos), pero sólo dos de cada diez pertenecían a unidades de combate, la 92ª división de infantería, que llegaría a Italia a finales del verano de 1944, sería la única compuesta por afroamericanos que entró en combate en Europa, sus líderes, por encima del nivel de sección, eran casi exclusivamente blancos. El comandante de la División, Edward M. Almond, un autoritario militar de Virginia, se opuso a la integración en las fuerzas armadas hasta su muerte en 1975. "El hombre blanco está dispuesto a morir por su patria. El negro no", afirmaba Almond.
El 99º Escuadrón de Cazas afrontó estos y otros obstáculos. Antes de la guerra, sólo nueve estadounidenses negros poseían el título de piloto comercial y menos de trescientos tenían licencia privada. La formación comenzó a recibir instrucción en el aerodromo militar de Tuskegee en julio de 1941, los primeros pilotos recibieron su insignia en la primavera siguiente y un año después se desplegaron en el Norte de África, bajo el mando del teniente coronel Benjamin O. Davis, Jr., hijo del único general negro del ejército. A partir de la invasión de Sicilia, el escuadrón quedó relegado a tareas rutinarias y los superiores blancos, les tildaron de "falta de espíritu agresivo". Cuando la falta de confianza en ellos estaba a punto de cargarse todo el trabajo hecho hasta entonces, encontraron un valedor en el teniente general Ira C. Eaker, aviador jefe estadounidense en el Mediterráneo que concluyó que "un 90 por ciento de los problemas con los soldados negros eran culpa de los blancos".
El escuadrón fue trasladado a las afueras de Nápoles y entonces llegó la mañana de 27 de enero, cuando una patrulla de dieciséis P-40 Warhawk, se enfrentó, a varios kilómetros de Anzio con quince FW-190 alemanes que se retiraban tras haber atacado contra el fondeadero aliado. Los Warhawk viraron y descendieron en picado desde cinco mil pies de altura disparando breves ráfagas con sus ametralladoras del calibre 50, cinco aviones alemanes fueron derribados. "El espectáculo duró cinco minutos", dijo el comandante Spanky Roberts. "Fue una batalla de persecución, ya que los alemanes siempre estaban en movimiento. Les hicimos pasar las de Caín". Tras repostar en Nápoles, el grupo volvió a la cabeza de playa de Anzio y a las 14:25, en otro combate aéreo cruento, abatió a tres asaltantes enemigos. El viernes por la mañana, en otro encuentro con otro destacamento de asalto, derribó cuatro aparatos. En dos días acumularon doce aviones enemigos destruídos, tres muertes probables y cuatro aparatos dañados. Sólo pereció un piloto estadounidense.
Un soldado negro moriría en Italia un año después de escribir a su familia: "Los negros están haciendo su aportación aquí, una aportación suprema, no por la gloria, no por el honor, sino, creo, por las generaciones futuras".
El 29 de marzo de 2007, unos 350 Tuskegge Airmen y sus viudas fueron condecorados con la Medalla de Oro del Congreso de los EE.UU. por sus indudables méritos y éxitos cosechados, tanto en el frente como en su propio país, terminando con la segregación en las fuerzas aéreas y abriendo las puertas a toda una generación de pilotos afro-americanos.