El despiadado banquero Sir Edward Matherson (Stewart Granger), desea conservar vivo a cualquier precio a Julius Limbani (Winston Ntshona), el depuesto líder de Zembalia (un país ficticio de África Central), actualmente en manos del hombre que le derrocó, Ndofa, que lo mantiene confinado en una remota prisión, custodiado por feroces guardianes.
Sir Edward no es que considere especialmente valiosa la vida de Limbani, sino que considera que el régimen actual, resulta perjudicial para sus intereses económicos y por eso quiere rescatar al líder prisionero. Para ello, contrata los servicios del coronel Allen Faulkner (Richard Burton), un mercenario británico de mediana edad y ex oficial de la Royal Army.
Faulkner acepta provisionalmente la tarea y se dispone a reclutar a sus oficiales, todos los cuales han trabajado con él en operaciones africanas anteriores. Entre ellos, Shaun Fynn (Roger Moore) es un ex piloto de la RAF, a quien Matherson libra de la persecución de la Mafia que quiere vengarse por haber matado al sobrino del jefe del clan; Pieter Coetzee (Hardy Krüger), un mercenario sudafricano que solo quiere regresar a su tierra natal y comprar una granja, pero que apenas puede pagar su alquiler en Londres; Rafer Janders (Richard Harris), un experimentado planificador de misiones y Sandy Young (Jack Watson), a quien Faulkner convence para que actúe como sargento mayor, entrenando y reclutando tropa en contra de la opinión de su esposa.
La misión contará con la aprobación tácita y el apoyo del gobierno británico.
El guión se basa en la novela Los gansos salvajes, de Daniel Carney. En el libro, la acción transcurre en el Congo y aquí, como queda dicho, es un país imaginario.
En la primera parte de la película se expone el porqué de la misión, se nos presenta a los principales protagonistas y cómo se desarrollan sus vidas fuera de la milicia y asistimos al entrenamiento de la tropa y a la planificación del asalto que dará lugar a la liberación de Limbani.
A partir de ese momento, la trepidante acción no se detiene, el grupo, tras alcanzar con éxito sus objetivos, se ve traicionado en el último momento por el patrocinador de su aventura y comenzará la larga y penosa huida en la que caben fundadas dudas de que alguien pueda salvar la vida.
Cine bélico y de acción con estos soldados de fortuna a los que no siempre mueve el dinero, sino también la búsqueda de aventuras, siempre guiados por su particular código de honor.
Tras esta fachada, hay algo más que nos hace reflexionar, sobre todo una vez acabada la película. Y es que todavía hay pardillos que piensan que el devenir de los países, está en manos de los partidos políticos y de las elecciones que se celebran periódicamente, cuando en realidad, en ocasiones, tal vez demasiadas y, desde luego, más de la que cabría desear, los destinos del mundo, se deciden en despachos y entre gentes anónimas para el ciudadano común, que son los que detentan el poder económico, verdadero impulsor de las políticas adoptadas.
En el fondo, de eso va la película, de esos oscuros personajes a los que, por el bien de sus negocios y por seguir manteniendo sus pingües beneficios, importa poco que gobierne este o aquel, que sea más o menos democrática y transparente su política o que unos miles de vidas y millones de desplazados, paguen el pato de conflictos iniciados de manera artificial.
No es que la película sea una maravilla, aunque resulta muy entretenida, las escenas de acción están muy hechas (sensacionales los planos en los que los mercenarios saltan del avión en paracaídas) y, quizá lo más llamativo, cuenta con un plantel de actores de gran renombre.
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