La acción se sitúa en el Berlín de la década de 1930. Un psicópata atrae a niñas con golosinas y otros artículos similiares, para acabar asesinándolas. En el espacio de un año, al menos 8 menores han caído en las garras del criminal.
La policía, ante lo llamativo del caso y presionada por las autoridades políticas, redobla sus esfuerzos para encontrar al culpable, sin embargo sus investigaciones no dan el fruto apetecido y, además, los ciudadanos, espantados y temerosos, están complicando los posibles avances, pues se dedican a denunciar a cualquiera que les resulte sospechoso, sin que muchas veces, haya la más mínima evidencia y se trate de personas totalmente inocentes víctimas de la paranoia colectiva.
Los jefes del hampa local, ante el alto precio que están pagando debido a la mayor presencia policial en las calles, lo que dificulta sus actividades criminales, deciden emprender su propia operación y tratan de encontrar al asesino por su cuenta para llevarlo a juicio ante su propio tribunal. Para conseguir su objetivo, recurren a la asociación a la que pertenecen los mendigos de la ciudad.
Pero la policía, aunque despacio, avanza y mantiene sus propias opiniones sobre cómo debe administrarse la justicia. Aunque el objetivo de ambos es el mismo: atrapar al criminal, sus métodos y lo que desean hacer con él, difieren, lo que puede proporcionar una ventaja al misterioso psicópata.
La película se basa supuestamente en el caso de la vida real del asesino en serie Peter Kürten, llamado "El vampiro de Düsseldorf", cuyos crímenes en la década de 1920 horrorizaron a Alemania. Sin embargo, el director Fritz Lang negó expresamente que se inspirara en el caso. Él y su esposa Thea von Harbou investigaron los crímenes con cuidado, consultaron con la policía alemana, visitaron escenas de asesinato, entrevistaron a delincuentes sexuales en la cárcel e incluso hablaron con detectives en Scotland Yard, en Londres. Según el biógrafo de Lang, Paul Jensen, el director pasó ocho días haciendo investigación de campo en una institución mental.
La película se estrenó en 1931. Adolf Hitler y su partido nazi tomaron el poder en 1933 y prohibieron la película al año siguiente.
Fue la primera película sonora de Fritz Lang, en ella usó la voz en off en la narración, una técnica innovadora en aquel momento.
La película es innovadora en muchos aspectos, pensemos que estamos al comienzo del sonoro, cuando todavía los grandes directores no sabían manejarse muy bien con esta nueva técnica, incluso algunos eran reticentes a rodar películas que no fueran mudas y en Norteamérica se pensaba que la introducción del sonido serviría únicamente para adaptar obras teatrales o para hacer musicales.
Lang lo integra todo a la perfección, desde la presentación del asesino por medio de una melodía que servirá para identificarle en adelante, recurso muy utilizado a partir de entonces, hasta el subrayado de los momentos de tensión por medio del silencio, algo imposible en las películas mudas, donde todo es silencio.
A partir de un magnífico guión, obra del propio Fritz Lang y de su entonces esposa Thea von Harbou, la película transcurre sin necesidad de acudir a golpes de efecto, a la música inquietante o a los sobresaltos del espectador, para mantener la tensión que se consigue a base de imágenes y acciones que se sobreentienden perfectamente y que se producen fuera de campo sin tener que mostrar sangre ni escenas desagradables.
Estupenda también la interpretación de Peter Lorre, cuyo personaje, autor de los crímenes más repugnantes, sin embargo, llega a producir cierta empatía con el espectador cuando se produce su confesión ante el tribunal de los delincuentes en una de las más sublimes interpretaciones de un desequilibrado que se han visto en pantalla.
En definitiva, una magnífica película, bien planificada y en la quedan patentes todos y cada uno de los mensajes que desea transmitir el realizador, sin concesión alguna a la moralina y sin necesidad de echar mano a recursos extemporáneos, sólo imagen, sonido e interpretación, cine al fin al cabo.
También se nota que los actores no se habían acabado de adaptar al nuevo sistema.
ResponderEliminarQuizá en algún caso. El que sí se había adaptado perfectamente era el realizador.
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