Rocky Sullivan (James Cagney) y Jerry Connolly (Pat O'Brien) son amigos de la infancia, crecieron juntos en unos de los barrios más desfavorecidos y conflictivos de Nueva York, el Hell's Kitchen en Manhattan.
Desde entonces, sus vidas han seguido sendas bien diferentes, desde que Rocky, tras haber cometido un robo, acabó en el reformatorio juvenil, donde en lugar de reformarse, aprendió a ser un tipo duro hasta convertirse en un criminal de primera clase. Sin embargo, Jerry, que también había participado en aquel robó, pero consiguió huír, logra enderezar su vida y se convierte en sacerdote, ejerciendo su ministerio en el mismo barrio en que crecieron él y Rocky, trabajando con niños y jóvenes que, como les sucedió a ellos, podrían vivir en el lado equivocado.
Cuando Rocky sale libre de la penitenciaría en que ha pasado tres años, regresa al barrio en busca de un lugar seguro en que esperar el momento oportuno para regresar a su antigua organización criminal y a su vida de delincuencia, al tiempo que despierta la admiración de una parte de los muchachos del barrio, algo que preocupa hondamente a Jerry por el peligro que supone que sigan su camino hacia el mundo del crimen, mientras él trabaja duramente para evitarlo.
Cuando Rocky es detenido por haber asesinado a sus antiguos socios que se negaban a entregarle parte del botín de su último golpe. Juzgado, condenado y sentenciado a la silla eléctrica, Jerry, invocando su antigua amistad, le pedirá un postrer favor.
La película comienza con un llamativo plano circular con el que el espectador tiene ante sí un verdadero retrato de lo que es el barrio en que se desarrolla la acción, el plano acaba centrándose en los dos protagonistas, aún adolescentes que se apremian a intervenir en la que será la desafortunada acción delictiva que marcará la vida de Rocky.
La película tiene un claro mensaje moralizante tras este peculiar retrato del mundo del hampa en los EE.UU. de los años 30.
Magníficamente interpretada, Michael Curtiz desarrolla con mano experta un sólido guión para ofrecernos uno de los mejores trabajos de su prolífica carrera.
La película tiene una maravillosa banda sonora y un buen trabajo de fotografía en blanco y negro, además de excelentes diálogos y algunas secuencias de gran nivel, hasta llegar al duro final en el que el personaje de Cagney se enfrenta a una de las situaciones más sobrecogedoras a que puede verse empujado un ser humano, cual es la de perder el orgullo y la dignidad de manera voluntaria en pro de ideales más altos que nadie sabrá reconocer ni valorar.
Crítica social y retrato de la corrupción y del mundo del hampa, que acaba con un mensaje de esperanza y redención.
Hola Trecce!
ResponderEliminarSin duda uno de esos maravillosos clásicos que a pesar de los años sigue manteniendo el tipo. A mi ese final sigue haciendome un nudo en el estomago, esa escena se codea con los grandes momentos del cine, al menos esa es mi opinión.
Buena reseña, saludos!
Le da altura al guión y a la película.
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