Ada McGrath (Holly Hunter), viaja desde Escocia a Nueva Zelanda para reunirse con su esposo, con el que su padre ha concertado el matrimonio sin que ella le conozca. La larga travesía la hace en compañía de su hija ilegítima Flora (Anna Paquin). Ada no ha hablado ni una palabra desde que tenía seis años y se expresa a través de su piano; del lenguaje de signos, para el cual su hija le sirve de intérprete o escribiendo notas (en papel tomado de una especie de monedero que lleva colgado alrededor de su cuello).
Ada, Flora y sus pertenencias, incluido el piano, son depositadas en una playa de Nueva Zelanda por la tripulación del barco y, como nadie acude a recibirlas, pasan allí su primera noche en ese nuevo mundo. A la mañana siguiente, su esposo, Alistair Stewart (Sam Neill), llega con un grupo de nativos y su amigo Baines (Harvey Keitel), para recogerlas. Como no tiene hombres suficientes para transportar todo el equipaje, Alistair se niega a llevarse el piano, lo que provoca el consiguiente disgusto de Ada..
La relación entre los esposos es distante, en parte debido a la timidez del marido. Mientras, Baines, que se siente conmovido desde que ha escuchado a Ada tocar el piano en la playa, se lo lleva a su casa y lo pone a punto, ofreciendo un trato por el que, a cambio de tierras, quiere que Ada toque el piano para él, pero no para aprender a tocar el instrumento, solamente para escuchar y hacer "ciertas cosas"; Alistair, se muestra conforme. En pago de estas extrañas sesiones, Ada irá recuperando su piano, una tecla en cada ocasión. Sin embargo, antes de que llegue la total recuperación del instrumento, el clima emocional entre ellos, cambiará.
La película de Jane Campion fue galardonada con la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1993 y desde el comienzo fue considera como un film con connotaciones feministas, seguramente por estar dirigido por una mujer, por la brillante actuación de su protagonista y el descubrimiento de la joven Anna Paquin y por estar enfocada desde el punto de vista femenino en esa búsqueda de un placer no culpable y sin complejos.
La película está llena de silencios, la incapacidad para hablar de la protagonista es la principal metáfora de lo que estos silencios significan en una historia en la que, por la economía de las palabras, llegamos a entender a cada personaje, pero nunca sabemos nada de su pasado, ni de por qué han llegado a donde están, sin que ello importe demasiado.
Las imágenes y los gestos nos descubren a esta mujer que de repente ve aflorar todos sus instintos reprimidos durante tiempo y da rienda suelta a los mismos que nos son presentados de una manera elegante y, en cierto modo, discreta, pero con una gran carga sexual insinuada más que mostrada. En cierto aspecto, es una especie de cuento para adultos que evoca un erotismo poderoso, la necesidad del sexo, la asfixia de la soledad, la relación materno filial y unos cuantos temas más.
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