Elizabeth Woodville (la Reina Blanca) se casó con Sir John Gray en 1452; este fue asesinado en St. Albans en 1461, luchando a favor de los Lancaster. Como dice la leyenda (una leyenda que Gregory apoya), Elizabeth acompañada de sus dos hijos huérfanos, esperó en el camino la llegada del victorioso Eduardo IV, con la esperanza de solicitarle ayuda económica reclamando la devolución de sus tierras. Independientemente de cómo se conocieron, no hay duda de que se trataba de una pareja cuya relación se basaba en el amor: Los dos se casaron en secreto en 1464, y en el transcurso de los siguientes 18 años, Elizabeth le dio nueve hijos, siete de los cuales sobrevivieron a la infancia.
Edward coronó a la reina Isabel al año siguiente de su matrimonio, y no perdió tiempo promocionando a su extensa familia Woodville a puestos de poder. Esto le ganó la animadversión entre la nobleza partidaria de los York, que había ayudado a Edward a tomar el trono de Enrique VI. El matrimonio tampoco le sentó bien a su madre, la duquesa de York, o al conde de Warwick, conocido como el "Hacedor del Reyes", que habían organizado un matrimonio para Eduardo con la hija del rey francés y ambos estaban furiosos con él, viendo sus planes frustrados por este matrimonio con una mujer que no pertenece a la realeza, sino a la llamada nobleza rural. Warwick siempre se había imaginado a sí mismo como el hombre que gobernaba tras el trono y ver a Edward tomar el control de su propia vida impulsó a Warwick a buscar otra posible marioneta real; en este caso, el hermano menor de Edward, George, que finalmente fue condenado y ejecutado por traición.
Una de las riquezas de los libros de Gregory, es su forma de "historia sencilla". Una cosa es leer en un libro de historia que va narrando hechos, como que Warwick capturó a Edward IV y otra es leer acerca del temor de Elizabeth por la vida de Edward, o el buscar refugio en la Abadía de Westminster para salvarse a sí misma y a sus hijos, todo ello haciéndonos entrar en los sentimientos de las personas y no solo en lo que las crónicas reflejan.
Tras su serie sobre los Tudor, Philippa Gregory nos lleva de vuelta a la Guerra de las dos Rosas en esta fascinante novela, con una Elizabeth que conquistó al lascivo Edward por medio de la belleza, haciéndole esperar para disfrutar de los goces de su cuerpo hasta que estuvieron casados. La suya era una historia de amor, pero la reina también creía ser una vidente con poderes mágicos para provocar el mal a sus enemigos, pues como descendiente de los duques de Borgoña, conservaba con cariño la tradición de que descendían de Melusina, la diosa del agua. Y, por cierto, tenía muchas razones para maldecirlos, tras la prematura muerte de Eduardo y cuando su hermano Ricardo, se apodera de la corona, raptando al hijo de Elizabeth y encerrándolo en la Torre de Londres, mientras su madre pone a salvo al hijo menor, entregando a un paje en su lugar (esto último es ficción, ya que no hay pruebas de ello).
De los niños, nunca más se supo, los enemigos de Ricardo III estaban tan empeñados en difundir el rumor de que había asesinado a sus sobrinos, pero la novela plantea la cuestión de si fueron víctimas de un personaje aún más siniestro, quizá Henry Tudor, ya que la autora mantiene la tesis de la inocencia de Ricardo, sobre la base de que ningún beneficio le reportaba deshacerse de sus sobrinos, cuando ya había sido elevado al trono y ellos declarados bastardos.
El libro es principalmente la historia Isabel Woodville, en parte imaginada, en parte envuelta en los hechos históricos que sirven de base a la novela. Una mujer fuerte y poderosa, pero al tiempo, simplemente una mujer preocupada por sus hijos, algo que, a pesar de todos los avances habidos en cuanto a la libertad de género se refiere, la sigue igualando a cualquier mujer moderna.
En cuanto a la parte histórica, más que narrarnos, por ejemplo, las batallas en que estas dos familias se jugaron su futuro y el de Inglaterra, se detiene más en explicar los pequeños detalles y cómo muchas veces los enfrentamientos militares se ganaron o perdieron por pequeños sucesos o incluso por pura suerte: La neblina en Barnet, los tres soles en Towton (en lo que se quiso ver una presagio favorable a los tres hermanos York)...
El ascenso de Isabel al trono es uno de los grandes triunfos de un plebeyo y se consideró tan excepcional en su tiempo, que una de las explicaciones ofrecidas fue la brujería. Es realmente un triunfo de acontecimientos inverosímiles y la única explicación coherente es que Edward y Elizabeth se enamoraron a primera vista y se casaron por amor.
Elizabeth, al igual que muchas mujeres poderosas, ha sido tratada cruelmente por los historiadores. Algunos siguen difundiendo chismes en su contra como que las alianzas que hizo para su familia eran síntomas de avaricia y autoengrandecimiento y, como muchas mujeres, en parte ha sido ocultada para la posteridad, después de todo, daba igual ser Tudor o Plantagenet, era una mujer en un mundo gobernado por hombres, en el que Elizabeth emerge como un personaje vívido y enérgico.
Estamos ante una serie televisiva que nos ayuda a comprender la complicada historia inglesa. Nos describe perfectamente la guerra entre dos familias poderosas, los York y los Lancaster. Y aunque mezcla datos históricos con otros imaginados, no por eso pierde interés.
ResponderEliminarBueno, en realidad, estamos ante el libro que dio origen a la serie de televisión.
EliminarLa "complicada historia inglesa", como dice Valladares, es muy interesante pero a niveles más generalizados. Este modo de narrarla a puro detalle imaginado, me resulta algo agobiante.
ResponderEliminarMás que con detalle, se detiene en otras cosas, es otra mirada.
EliminarLa diferencia entre un texto histórico y el relato literario es que en el primero uno se entera más en el último uno LO VIVE
ResponderEliminarAlgo así, en efecto.
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