El libro que nos ocupa forma parte de esa serie de estudios que se centran en las historias que podríamos llamar locales, no por ello menos interesantes que la Historia general y que, en mayor o menor medida, a fin de cuentas, forman parte de la misma.
El carácter local del trabajo que aporta Mercedes Simal, permite los detalles pormenorizados que, en un estudio más generalista no encuentran acomodo.
La familia Pimentel, de origen lusitano, tuvo sus más y sus menos con los monarcas portugueses en el siglo XIV que a la postre y ante la pérdida del favor real, determinaron que en 1396, Joao Alfonso Pimentel, en medio de las disputas que se estaban produciendo entre las coronas de Portugal y Castilla, tomara partido por Enrique III de Castilla. En reconocimiento a sus servicios, Enrique III le concedió la ciudad de Benavente, de la que fue nombrado conde, iniciando el linaje de este nombre, que se extendería hasta 1771, cuando María Josefa Pimentel, heredera del título, casó con su primo Pedro Alcántara Téllez Girón y, por muerte de su hermano, IX titular del ducado de Osuna, integrándose así el título de conde-duque de Benavente en la larga lista de dignidades que componían el ducado de Osuna.
Simal se centra en el siglo XVII, seguramente el que más huella ha dejado en lo que a esta casa nobiliaria se refiere, alcanzando su momento culminante con Juan Alfonso Pimentel Enríquez, VIII conde y V duque de Benavente (1576-1621), conde de Mayorga y Villalón, Señor de Pedraza, Puebla de Sanabria, Arenas, Cigales, Torre de Mormojón, etcétera. Este hombre, gracias a sus dotes y linaje, prestó continuos servicios a la corona, entre otros, el envío de 1.000 hombres a la "Jornada de Inglaterra" (la Armada Invencible), siendo nombrado en 1598, virrey y capitán general del Reino de Valencia, para pasar, en 1602, a ocupar el puesto de virrey de Nápoles, uno de los más codiciados y rentables de la época, haciendo su entrada oficial en la ciudad italiana el 6 de abril de 1603.
Este hecho, el virreinato de Nápoles, tendría consecuencias posteriores en uno de los aspectos que recoge el libro, pues aunque los condes-duques, como tantos otros miembros de la nobleza eran aficionados al coleccionismo de obras de arte, armas y otros enseres, cuya posesión venía a ser símbolo externos de su estatus, la estancia de don Juan Alfonso en tierras italianas, le permitió adquirir algunas de las obras que ornaron algunas de sus posesiones, bien la fortaleza de Benavente, su palacio de Valladolid o su residencia madrileña, y que serían heredados por sus sucesores, componiendo una colección de esculturas, pinturas y otros adornos elogiados por propios y extraños.
Algunas de estas obras formaron parte de la decoración de "El Jardín", una finca de recreo y solaz situada a corta distancia del palacio-fortaleza, con un edificio principal, rodeado de jardines, con gran diversidad de flores, plantas aromáticas, arbustos y un laberinto. Allí, como digo, estuvo instalada en el siglo XVII, la colección de esculturas de los condes-duques, la inmensa mayoría de carácter profano, con proliferación de personajes mitológicos, dioses, emperadores, filósofos..., que se completaban con algunas de temática religiosa, expuestas directamente al aire libre o en hornacinas e interiores.
A esta curiosa colección, deben unirse las obras diseminadas por las distintas fundaciones religiosas y de caridad de que eran patronos.
Simal hace, como he señalado un recorrido detenido y riguroso por lo que debió ser el esplendor de esta familia y la huella que dejaron, sobre todo en su villa solariega, de la que en la actualidad, aunque quedan vestigios, algunos de cierta importancia, apenas nos indican lo que debió ser en la época de mayor auge.
He de señalar lo que yo pienso que es un error de bulto, seguramente fruto de un malentendido o un simple error de imprenta (nota 525, en la página 136), cuando al hacer mención a la actual plaza del Grano de Benavente, dice que también se la conoce como plaza de los carros. Mercedes, la plaza del Grano de Benavente, fue conocida toda la vida como Plaza de los Bueyes, nunca de los carros. Espero que en otros datos que se exponen en el libro y de los que yo carezco de suficientes conocimientos para evaluarlos, no haya más errores de este tipo
Por lo demás, el trabajo está exhaustivamente documentado y se ve que, salvo algún caso puntual, la autora contó con las simpatía y la colaboración de quienes podían prestarle ayuda en la recopilación de datos, consulta de fuentes y visión directa de vestigios.
Muy interesante entrada y muy entretenida para leer. Imagino que este PIMENTEL sería pariente muy próximo delque fue valido de Felipe IV, el CONDE-DUQUE DE OLIVARES.
ResponderEliminarNo, no eran parientes, las dos casas nobiliarias, aunque en ambos casos anteponen los títulos de Conde-Duque, no tenían nada que ver entre sí.
EliminarUn libro muy interesante para dar a conocer datos históricos de regiones concretas que han tenido su importancia histórica. El título Nobiliario de Conde-Duque, que creo que ostenta Ángela María de Solís-Beaumont y Téllez Girón, lleva además aparejada la Grandeza de España
ResponderEliminarEn efecto, desde que en 2015, con 90 años, falleció su madre, Ángela María Telléz-Girón y Duque de Estrada, es ella la que ostenta el título.
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