Mientras los cálidos vientos azotan las noches de La Habana, el teniente de policía Mario Conde (Jorge Perugorría) conoce a Karina (Juana Acosta), una enigmática mujer por la cual se siente profundamente atraído desde que la conoce, una noche cualquiera en que soplan los vientos de cuaresma y la ayuda a cambiar la rueda pinchada de su auto típicamente cubano, uno de aquellos modelos de los años 40-50 que han sido reparados una y mil veces. Al mismo tiempo le asignan a un policía tan poco ortodoxo como él la investigación del asesinato de Lissette Núñez (Mariam Hernández), profesora del instituto preuniversitario La Vívora, el mismo donde el propio Conde estudió, cuyo cadáver ha aparecido tras ser violada y salvajemente golpeada y que deberá investigar contra reloj.
Conforme comienza una intensa relación con Karina, Conde va construyendo un retrato de la vida oculta de Lissette que le permita dar con el asesino y descubrir que el escenario de sus antiguos recuerdos de estudiante ha cambiado demasiado, como ha cambiado la indescifrable y contradictoria ciudad de La Habana.
Félix Viscarret lleva por primera vez a la gran pantalla al detective Conde, personaje principal de las novelas policíacas del escritor cubano Leonardo Padura. Para ello, el realizador se basa en "Vientos de Cuaresma", tercera entrega de la saga "Cuatro estaciones" de Padura, donde presenta a este policía de La Habana de métodos y estilo de vida poco ortodoxos.
Película de correcta factura técnica, bien interpretada y con una atractiva banda sonora.
Sin embargo, el guión, en el que colabora el propio autor de la novela, creo que deja bastante que desear, aunque la historia es buena y se sigue con interés, no acaba de recoger todo el potencial que encierra el texto original.
Se plantean dos historias paralelas, por un lado la relación romántica que mantienen Conde y Karina y que acaba tan abruptamente como empieza y, por otro, el tráfico de substancias prohibidas en Cuba y el trapicheo al que se dedican algunos para sobrevivir. Esto aderezado con notas sobre la vida habitual del policía, tanto en la comisaría y sus relaciones desiguales con los compañeros, como en su vida civil, rodeado de sus amigos de siempre que representan el desencanto de toda una generación con el devenir político y económico de la isla.
Viscarret no acaba de profundizar, su mirada es superficial, el resultado nos recuerda a esos telefilms típicos de sobremesa, con una trama simple de la que no saca todo el provecho que uno espera.
Lo mejor de la película, las excelentes imágenes de La Habana, lejos de la postal turística, nos introducen de lleno en una ciudad desconocida para el gran público, pero tremendamente real, en todo el esplendor de su decadencia y en la digna miseria de sus barrios menos favorecidos, con algunos planos aéreos muy conseguidos.
A pesar de todos los pesares, mi opinión es que merece la pena verla.
Creo que dentro del género policiaco tendría que haber un subgénero que fuera dedicado a crímenes cometidos donde hace calor.
ResponderEliminarNo estaría mal, porque en algunos de estos films, es cierto que el clima se convierte en un personaje más.
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