Tom Doss (Hugo Weaving), un veterano de la I Guerra Mundial, se lamenta amargamente ante las lápidas de los camaradas de su compañía muertos en combate. Cuando regresa a casa, pide a sus hijos que eviten las armas.
Durante una pelea infantil, Desmond Doss (Darcy Bryce y de adulto Andrew Garfield), golpea a su hermano Hal (Roman Guerriero y de adulto Nathaniel Buzolic) con un ladrillo, causándole una grave herida en la cara. Tras meditar sobre lo ocurrido, Desmond promete que a partir de entonces, no dañará a otro ser humano en su vida.
Tras la entrada en guerra de los Estados Unidos, ambos hermanos se alistan, teniendo que soportar la ira del padre que se opone a esa decisión. El entrenamiento en el ejército requiere que Desmond se adiestre en el uso de armas de fuego, pero el joven se niega a empuñar un arma y tras diversos avatares, al final es admitido para servir como médico en las fuerzas armadas, siendo destinado a Hacksaw Ridge, en la isla de Okinawa, donde será recibido con cierto recelo por sus compañeros, ya que tras su negativa a utilizar armas, más de uno sospecha que se esconde una actitud de cobardía.
Una victoria en Okinawa es muy importante, ya que se piensa que aseguraría que el Imperio de Japón se rinda a las Fuerzas Aliadas.
El film narra, con bastante fidelidad, por cierto, el caso del soldado Desmond Doss, tenido por el primer objetor de conciencia del Ejército norteamericano, que recibió la Medalla de Honor de manos del presidente Truman, como premio a su valor.
Una de esas películas en las que el que no sepa que aquello ocurrió de verdad, se pensará que a Mel Gibson se le fue la cabeza y nos está contando una historia que no se la cree ni él.
Pues bien, Doss no solo existió sino que lo que se narra en el film, salvo algunas licencias cinematográficas que no empañan la realidad, ocurrió más o menos tal como se cuenta.
Las escenas bélicas son, seguramente, lo que distingue a la película, narradas sin reparar en medios, retratando brutalmente la realidad del combate, con abundancia de sangre y carne rota, tan del gusto de Gibson por otra parte.
Pero más allá de todo esto, de la increíble historia y del verismo de la batalla, está el planteamiento moral que la decisión del protagonista nos traslada, es lo que descoloca a muchos de sus compañeros y trae de cabeza a sus jefes. ¿Qué interés tiene un tipo que se niega a empuñar un fusil en servir en el ejército? ¿Quién nos defenderá entonces de la tiranía de quienes nos atacan con las armas? De siempre, la inmensa mayoría de las religiones y las creencias, por más antibelicistas que sean sus planteamientos, defienden el derecho a la legítima defensa, llegando a la eliminación física del oponente si ello fuera necesario.
Cada cual sacará sus propias conclusiones, pero ahí está el testimonio real de Desmond Doss que demostró su valor más hallá del límite de lo exigible sin disparar un sólo tiro, sin llegar a empuñar un arma y Gibson nos lo narra muy bien, de manera que la película y el personaje nos arrebatan y nos subyugan.
Muy entretenida.
Pues mira por lo que narras, no la he visto, pero habrá que tenerla en cuenta.
ResponderEliminarSalud Trecce.
Mira ahora lo estaba pensando y se me había pasado por alto: es cierto que a Mel Gibson en las escenas crudas y violentas se recrea de lo lindo, ya que le encanta ver sangre y miembros amputados a punta pala. Habrá gente que dirá que esto se lo podía evitar, pero la realidad de las guerras así es. Y sobre todo en la Primera Guerra Mundial donde los enfrentamientos cuerpo a cuerpo, estuvieron muy presentes.
ResponderEliminarEn efecto, Rafa, las guerras son así o peor.
EliminarEl argumento es muy bonito pero si hubiera una mayoría de soldados que se niegan a empuñar armas, nos encontrariaos con ejércitos como el que creó BONO en España.
ResponderEliminarPor eso comento que si no fuera una historia real, pensaríamos que a Gibson se le ha ido la olla, porque ¿para qué tienen tanto empeño en alistarse un hombre que se niega a empuñar un fusil?
EliminarLa película desvela parte de ese porqué, ya que da a entender que, por un lado, el protagonista viendo como todos los jóvenes de su pueblo se alistan, no quiere pasar por un tipo que le da la espalda a los requerimientos de su patria y, por otro, es como si se dijera a sí mismo y al resto del mundo: yo esto no puedo pararlo, los gobernantes se empeñan en que nos matemos, no voy a contribuír a aumentar la masacre, pero sí voy a poner de mi parte, para ayudar a los míos en lo posible.
De cualquier modo, es una postura controvertida y de ahí viene buena parte del encanto de la película.