En febrero de 1937, Málaga cae en poder de las tropas nacionales practicamente sin resistencia. Miles de personas huyen de la ciudad por la carretera de Almería. En pleno éxodo, un médico canadiense, Norman Bethune, que se había desplazado desde Barcelona al enterarse del inicio de la ofensiva, se encuentra con un desolador panorama, pues entre la riada de gente, muchos estaban enfermos o heridos y decidió descargar los aparatos de la furgoneta que hacía las veces de ambulancia para hacer hueco a los niños más graves y llevarlos con prontitud a Almería.
Bethune había llegado a España el 3 de noviembre del 36, como médico del Batallón Mackenzie-Papineau, que estaba integrado por comunistas de Canadá y otros izquierdistas. Este hombre, que había ejercido como médico en Montreal durante los años de la Gran Depresión, auxiliando con frecuencia a los más desfavorecidos, a los que dio atención médica gratuita, presionó, sin éxito, para que el gobierno realizara reformas radicales de atención médica y servicios de salud en Canadá, convirtiéndose en uno de los primeros defensores de la medicina socializada. En 1935, viajó a la Unión Soviética para observar de primera mano su sistema de atención de salud. Durante ese año se hizo comunista y se unió al Partido Comunista de Canadá. No obstante, y debido a su falta de convicción de que el comunismo fuera la solución a los problemas del mundo, declinó la oferta de ser líder del partido.
Bethune había observado que una causa frecuente de muerte en el campo de batalla era el llamado shock circulatorio, que se produce en las primeras etapas de la herida y que puede causar la muerte instantánea de un combatiente cuyas heridas no parecían graves. Así que puso en marcha un sistema nunca antes puesto en práctica: llevar la sangre hasta los frentes de guerra con una unidad móvil de transfusión. Planteó su propuesta a los servicios médicos republicanos, y el propio Bethune decidió asumir la organización y la financiación de la misma. "Siempre tuvimos presente la idea de la movilidad, por ello, todos los aparatos que compramos, refrigeradores, autoclave, incubadoras, etc. podían funcionar con gasolina o queroseno, sin necesidad de corriente eléctrica", concretó el propio Bethune. De esta manera, el cirujano canadiense se sumó a los servicios médicos de las Brigadas Internacionales, y comenzó una labor inédita con la que salvó vidas primero en Madrid, después en Guadalajara, Valencia y Barcelona y, también, durante el mencionado éxodo en la carretera de Málaga a Almería.
Al parecer, tuvo diferencias con el gobierno de la República y con los propios comunistas, por su inhumanidad, por lo que regresó a Canadá, donde se dedicó a recaudar fondos para la causa republicana, enviando el dinero, pero ya no volvió.
En 1938, marchó a China para unirse a los comunistas de Mao en la Segunda Guerra Chino-japonesa. Tras las batallas atendía a los heridos y fue proverbial que atendía a las víctimas de ambos ejércitos sin hacer distingos de ningún tipo. A finales de 1939, se produjo una herida en un dedo mientras llevaba a cabo una operación de urgencia, lo que le provocó una infección en la sangre que se propagó por todo el cuerpo y produjo su muerte, víctima de sepsis.
Prácticamente desconocido en su patria durante su vida (y en España hasta hace poco más de una década), Bethune recibido el reconocimiento internacional cuando Mao Zedong publicó su ensayo titulado "En memoria de Norman Bethune".
Enorme ser humano el Bethune. Gentes como éste hacen mucho mejor al Mundo y la lástima es que no abundan. Y normalmente viven y mueren en el anonimato.
ResponderEliminarEsto es predicar con el ejemplo, pero los que se llevan la fama suelen ser otros.
EliminarBonita y desconocida historia.
ResponderEliminarMuy olvidada cuando menos.
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