Denise Affonço trabajaba en la embajada francesa en Phnom Penh, la capital de Camboya, cuando los jemeres rojos tomaron el poder en abril de 1975. Affonço y su familia fueron deportados al campo, como la mayoría de los habitantes de las ciudades camboyanas; el régimen había decidido instaurar un estado agrícola y todos los ciudadanos fueron obligados a trabajar la tierra.
En el libro, la autora relata su experiencia durante aquellos años y para ello se basa en los cuadernos que escribió en 1979, pocos meses después de ser liberada, mientras preparaba su testimonio en el proceso contra Pol Pot, principal líder de los jemeres rojos, convirtiéndose en uno de los escasos testimonios publicados sobre el terrorífico régimen que se mantuvo en el poder en Camboya entre 1975 y 1979 y uno de los más desgarradores relatos sobre la opresión política que han visto la luz en los últimos años.
Denise, camboyana de nacimiento, hija de padre francés y madre vietnamita, vivía en este país, encrucijada de intereses internacionales hasta la llegada de los jemeres rojos, a los que los pobladores de Phnom Penh recibieron entre vítores creyendo que llegaban los auténticos liberadores de la opresión vivida en aquel antiguo protectorado francés.
Pronto caerían en la cuenta de que el descenso a los infiernos era lo que de verdad había llegado y en abril de 1975, comenzaba en Camboya su gran tragedia histórica, en el que quería ser un modelo de estado antiimperialista dirigido por unos enloquecidos fanáticos que se mostraron como crueles y despiadados asesinos.
En cuatro años, dos millones de personas (la cuarta parte de la población) murieron a base de torturas o dejándoles perecer de hambre para ahorrar munición. A los occidentales nos resulta una historia, aunque conocida, lejana, en parte también porque el resto del mundo volvió la cabeza para no ver el horror. Angkar, el partido omnipresente, impersonal, todopoderoso, reestructuró sus vidas desde el nuevo diseño de una sociedad supuestamente feliz basado en varios mandamientos que debían aprender de memoria: todo el mundo será reformado por el trabajo; tendrá prohibido robar; habrá que decir la verdad a Angkar, a quien se obedecerá ciegamente; quedará prohibido expresar sentimientos de alegría o de tristeza, así como sentir nostalgia del pasado; nunca nadie se podrá quejar de nada; será obligatoria la autocrítica en público en reuniones diarias de adoctrinamiento; la ropa nunca será de colores y los niños serán separados de sus padres, ya que a partir de ese momento serán educados en la única dependencia del partido.
Aunque pueda parecer sorprendente, la tragedia pasó poco menos que desapercibida en occidente, cuando no negada o suavizada por una parte de la grey progresista que hablaba de propaganda anticomunista. Denise Affonço que había presenciado la muerte por inanición de su hija pequeña y de sus cuatro sobrinos, había perdido a su marido y había sobrevivido cuatro años durmiendo en una esterilla, trabajando quince horas al día en los arrozales camboyanos y sobreviviendo a base de insectos, saltamontes y hierbas del campo, mientras veía a los hijos de los dirigentes locales y a los delatores bien alimentados, incluso gordos, decidió rescatar sus apuntes y buscar quien se los publicara, precisamente cuando oyó a uno de estos progres hablar de que en Camboya no había ocurrido nada de lo que se contaba.
En cualquier caso, el libro es un testimonio de primera mano, un relato demoledor de algo que la propia autora pensaba que no podía repetirse tras la caída del régimen nazi treinta años atrás, pero como se viene a demostrar, la maldad del ser humano, no tiene límites y hay locuras colectivas que siguen siendo posibles hoy en día, todos los estamos viendo cada jornada en los noticiarios con los fanáticos religiosos que buscan sembrar la muerte y el pánico y que, en ocasiones, nos llevan a pensar que lo único que nos queda es rezar para que todas estas tragedias, no nos pillen de cerca.
Fantástico que se haya publicado un libro con todos los horrores de los Kmeres rojos en aquellos 5 años.
ResponderEliminarAdolf se quedó enano en comparación a lo que allí sucedió y que tengo noticias porque en alguna parte he leído cifras aterradoras de fusilados, exterminados y esclavizados.
Creo que no andan muy lejos de aquellos horrores los que están cometiendo los dirigentes de Corea del Norte. Ahora.
En el origen, otra metedura de pata de los norteamericanos, como ocurrió con los taliban (o talibanes como dicen algunos) en Afganistán.
EliminarEn Camboya apoyaron el golpe de Lon Nol, que derrocó al príncipe Norodom Sihanouk, todo ello para cerrar el paso a las avanzadillas de Ho Chi Minh, pues pensaban que Sihanouk les permitía moverse a través de Camboya.
Este fue uno de los muchos errores políticos estadounidenses en Indochina durante la Guerra de Vietnam, menospreciar el enorme significado que el pueblo camboyano daba a la figura de su monarca, que durante años había mantenido a raya a los Jemeres Rojos que ahora, con la complicidad de China y los americanos mirando para otro lado, acabaron haciéndose con el poder y promoviendo el episodio más sangriento y vergonzante en la historia de Camboya.
Una historia durísima pero muy recomendable, para que no nos parezcan tan lejanas algunas de estas desgracias que, como tú bien dices, siguen ocurriendo hoy en día.
ResponderEliminarGracias por conseguirme el libro.
EliminarEn el último medio siglo, se han dado guerras aterradoras, y parece ser, que pronto caen en el olvido de la gente. Y ahora todavía se siguen dando graves "fregaos" en el mundo, pero ya estamos acostumbrados a ver imágenes duras, y perece que todo nos de lo mismo. En cuanto al hilo de tu comentario, como siempre los yanquis velando por la humanidad. Donde se meten crean muerte y destrucción, pero para más de medio mundo, son nuestros ángeles y salvadores.
ResponderEliminarSalud Trecce.
Los salvadores de la democracia, la han liado parda unas cuantas veces.
EliminarTú entrada me parece crucial porque le preguntas a la gente acerca de los Jemeres rojos y no tienen ni idea. Suele tenerse màs a la mano el genosidio de Ruanda que este que me parece peor porque tuvo mejor planificado.
ResponderEliminarCreíamos que luego de el tercer Reich no veríamos más estos desastres ¡qué equivocados!. En cuanto al libro, hace mucho tiempo tomé nota de él pero me decidí a escribir acerca de esto luego de leer al comunista venezolano Alvaro Carrera que estuvo en Camboya por esos días y quedó aterrado. Tuve el privilegio de leer ese libro y hasta cartearme con él por correo y de allí surgió un relato llamado EL PAÍS SIN NOMBRE que debo estar publicando en mi próximo libro de cuentos. Por cierto hermano, escríbeme a mi correo alijrh@gmail.com para enviarte mi segundo libro de vuelta. Ahhh...y el tema político ahora me está agarrando por el cuello pues en Venezuela en eso se nos va la vida, de hecho de eso escribí en tigrero. De nuevo gracias por traer este tema a colación
La autora relata que decidió escribir el libro después de tantos años de haber escrito las notas, tras escuchar de un periodista galo que realmente en Camboya no había ocurrido nada grave y que buena parte de lo que se contaba era propaganda interesada anticomunista.
EliminarEse periodista si que tenía cachaza. Pero menos mal que hay gente que sabe lo que ocurrió. Por cierto, te insisto en que me escribas al correo para lo del libro y de ser posible de lo que escribí acerca de Kampuchea
ResponderEliminarSiempre hay gente que sólo ve lo que quiere ver.
EliminarLa historia de Camboya, sigue repitiéndose actualmente en otros países y también por culpa de los norteamericanos. Pasó en Libia, está pasando en Siria y estuvo a punto de pasar en Egipto con la famosa primavera árabe
ResponderEliminarEl caso es que tantos asesores, tanto personal pagado por los servicios de inteligencia, tanto análisis de todo tipo, para que al final acaben liándolas.
ResponderEliminarNo se si que son unos inútiles o que, en el fondo, les da lo mismo porque se mueven por otros intereses.