Me llamo Patrick Bateman (Christian Bale). Tengo 27 años. Me gusta cuidarme, sigo una dieta equilibrada y un programa de ejercicios riguroso. Por la mañana, si tengo la cara un poco hinchada me pongo una máscara relajante mientras hago flexiones. Ahora llego hasta mil. Cuando me la quito, me pongo una loción para limpiar los poros. En la ducha, me aplico un gel purificador al agua y luego un limpiador corporal de miel y almendras. En la cara, un gel exfoliante. A continuación, una mascarilla facial a la menta. Me la dejo diez minutos mientras sigo con mi rutina. Siempre uso una loción para después del afeitado con poco o nada de alcohol porque el alcohol reseca la piel y te hace parecer mayor después, un fluido hidratante, un bálsamo contorno de ojos anti arrugas y para terminar, una loción protectora hidratante.
Así se nos presenta este ejecutivo de Wall Street y es que en el ambiente en que se mueve, nada hay más importante que la imagen.
Patrick es un narcisista que empieza a estar obsesionado con Paul Allen (Jared Leto), un hombre al que empieza a considerar más perfecto, más guapo, más elegante y con más clase que él. No soporta eso. Un día se va con Paul a cenar a un restaurante y le emborracha. Le lleva a su piso, pone su CD favorito y le sienta en un sofá cuidadosamente cubierto para no mancharlo todo. Después se pone un chubasquero para no salpicarse el traje, y le propina un hachazo en la cara.
El guión adapta la novela del mismo título de Bret Easton Ellis. En realidad coge los capítulos más significativos de la misma y los plasma en imágenes, en general capta bastante bien la esencia de la misma.
Magistral interpretación de Christian Bale en un papel lleno de matices y de cambios de personalidad, un tipo complejo que supone todo un reto de interpretación del que Bale sale airoso.
Llamativa banda sonora que incluye algunos éxitos de los 90 y espléndidos trabajos de fotografía, ambientación y vestuario.
Es de esas películas que tienen muchos momentos para el recuerdo, con escenas que perduran en la memoria y que, casi siempre tienen que ver con situaciones violentas, como el asesinato de Paul Allen, que nos trae a la cabeza momentos de La naranja mecánica o Reservoir Dogs; o el encuentro con el mendigo en el callejón; pero también hay otras escenas muy ilustrativas del espíritu de la película, tales como el pago con tarjetas en el restaurante, al inicio del film o el desafío por ver qué tarjeta de visita es más bonita. Pero hay muchas más.
Si alguien tiene curiosidad y busca información sobre este film, encontrará una catarata de opiniones e interpretaciones sobre él. Precisamente este es uno de los atractivos de la película, que el final que se nos propone, deja abiertas un montón de dudas sobre qué es lo que hemos estado viendo, si un relato de situaciones en las que ha participado el protagonista, si todo era producto de su imaginación o si unas veces eran situaciones reales y otras imaginadas. Mary Harron lo plantea tan bien y con tanta imaginación que te tienes que rendir a su habilidad y a los recursos visuales que emplea para meter al espectador en este barullo en el que se le deja la posibilidad de que sea él quien decida qué es lo que ha ocurrido, porque para cualquiera de las soluciones va dejando pistas que hace que todas ellas sean posibles.
No es un film de terror, como se ha vendido en las promociones, aquí no hay sobresaltos ni se juega con el miedo del espectador, todo lo contrario. Lo que sí abunda es un humor negro, negrísimo y una crítica despiadada contra este mundo de yuppies en el que la apariencia lo es todo, poblado por una fauna de gente que ha estudiado en los más prestigiosos colegios y universidades que forman parte de una casta en la que es muy complicado entrar porque muchos de ellos forman parte de ella desde la cuna y que, a pesar de su buena preparación y de que son personas cultivadas, no siempre están en un puesto para trabajar, de hecho algunos, como el protagonista, se ve que trabajan poco, siempre le vemos en su pequeño pero lujoso despacho viendo la tele, ordenando a su secretaria que le reserve mesa en algún restaurante de moda, escuchando música o teniendo largas conversaciones telefónicas en las que se habla más de apariencias y cotilleos que de trabajo.
Una película de culto que no todo el mundo apreciará, seguramente habrá muchos espectadores que no le encuentren la sustancia, sin embargo a mí me parece que es un gran film.
Tal como la cuentas resulta muy atractiva la peli. Ese argumento se presta a miles de situaciones que entretienen y mucho.
ResponderEliminarParace una buena película.
Lo mejor es como consigue la canadiense Mary Harron darte argumentos para que cualquiera de las conclusiones que expongo en la entrada sean factibles. De hecho, si lo habrá conseguido que los debates entre aficionados sobre si todo es fruto de la imaginación de protagonista o lo vivió de verdad, son encendidos y en ambos casos citan partes de la película para apoyar sus respectivas tesis.
EliminarHabrá que anotarla, y si tiene de todo un poco será buena: a mí siempre me ha gustado el humor negro, aunque para mucha gente le resulte desagradable y hasta insultante. -Cuanto tiempo ha pasado ya, de la naranja mecánica.- ¿Te acuerdas, que hasta a aquella legendaria selección de fútbol holandesa se lo pusieron?..
ResponderEliminarSalud Trecce.
Menudo equipazo tenían.
Eliminar