Durante los meses previos a la Operación Overlord, Gran Bretaña se vio literalmente invadida por tropas aliadas, especialmente norteamericanos que se instalaban en campamentos o edificios requisados y cuya convivencia con la población local, no fue siempre pacífica. Algunos comportamientos inapropiados vinieron a reforzar el estereotipo que muchos británicos tenían sobre los yankis. Cerca de Newcastle, unos soldados norteamericanos se zamparon los cisnes reales del palacio de verano del rey. Paracaidistas de la 101ª División aerotransportada, utilizaron granadas para pescar en un estanque privado. A estos hechos puntuales se unían otros que, aunque aislados, estaban más generalizados, como los protagonizados por soldados aburridos que prendían fuego a los almiares con balas trazadoras.
Tanto en el frente como en la retaguardia, las relaciones entre anglosajones de uno y otro lado del Atlántico seguirían siendo, en palabras de un general británico "una delicada planta de invernadero que debe ser atendida primorosamente para que no se marchite".
A pesar de todo, al final se imponía el sentido común, aunque dejara resentimientos en el camino y es que de aquella precaria armonía dependía nada menos, que la civilización occidental y mientras los campamentos de Spamland seguían llenándose de un sin fin de soldados norteamericanos llegados de ultramar, un comandante británico, expresaba el sentir de muchos de sus paisanos: "Eran los muchachos que necesitábamos... No habríamos podido ganar la guerra sin ellos".
Nunca falta un loco en cualquier reunión...Y más en esa
ResponderEliminarEs gente incívica en su vida normal y cuando se ven arropados por un grupo y encima investidos de cierta autoridad, son muy peligrosos.
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