Leandro (José Luis Gómez), un albañil en paro, armado con una navaja , y un jovencito amigo suyo, Tocho (José Luis Manzano), que tiene una pistola, atracan un estanco en el popular barrio madrileño de Vallecas , pero no calculan los inconvenientes de su relativa inexperiencia, ni las dificultades que provoca el valor desesperado de doña Justa (Emma Penella) la estanquera, viuda de un guardia civil, y de su sobrina Ángeles (Maribel Verdú), jovencita que encuentra ocasión en la impuesta compañía de sus amenazantes secuestradores para despertar a la sensualidad y a la relación con los varones, con lo cual el atraco se convierte en un secuestro, organizándose una especie de representación a puerta cerrada, sin salida para los cuatro personajes fundamentales que acaban mostrando sus sentimientos y su psicología, estableciéndose así entre ellos unas relaciones atípicas y no carentes de humor.
Además empiezan a tomar parte en el asunto una serie de personajes tangenciales, con mayor o menor implicación en el mismo: Maldonado (Fernando Guillén), un policía que, haciéndose pasar por médico pretende infiltrarse en el estanco/vivienda; el gobernador civil que, ante la prensa, da esas explicaciones que los políticos acostumbran y que no explican nada....
Eloy de la Iglesia, realizador del film, explicaba en una entrevista que "Es una película en la que los conflictos se dan dentro de la misma clase social: la tensión viene dada porque los personajes enfrentados están del mismo lado, porque el mayor oponente de un pobre es siempre otro pobre. En un momento dado la estanquera les dice el tópico ese de que por qué no han atracado a un rico, y ellos contestan que atracan lo que pueden, no lo que desean".
La música es de Patxi Andión que compone el tema principal que acompaña a los títulos de cabecera.
Estupenda labor de Emma Penella, todo un acierto su elección; eficaz y profesional José Luis Gómez y los otros dos protagonistas, pues un escalón por debajo, al menos. Además de ellos un magnífico coro de secundarios de gran nivel, cada uno con su momento, que dan un tanto de lustre al film.
La música es de Patxi Andión que compone el tema principal que acompaña a los títulos de cabecera.
Estupenda labor de Emma Penella, todo un acierto su elección; eficaz y profesional José Luis Gómez y los otros dos protagonistas, pues un escalón por debajo, al menos. Además de ellos un magnífico coro de secundarios de gran nivel, cada uno con su momento, que dan un tanto de lustre al film.
La película se integra dentro de un subgenero conocido en el ambiente como cine "quinqui", que tuvo su apogeo en los ochenta con films como Perros callejeros, Yo, ‘el Vaquilla’, Navajeros, Colegas o El Pico (estos tres últimos del propio Eloy de la Iglesia), en los que a veces intervenían jóvenes procedentes de los ambientes retratados que, en ocasiones, no hacían sino interpretarse a sí mismos.
El guión se basa en una obra teatral del mismo nombre, de José Luis Alonso de Santos, estrenada seis años antes en la mítica sala "Gayo Vallecano" y sigue con fidelidad el texto original, inspirado, a su vez, en un hecho real: El atraco al estanco "La Presilla", ubicado en el número 17 de la calle Antonia Calas y en el que su propietaria, Pilar de Andrés Gómez de 41 años, cayó mortalmente herida por los disparos de los atracadores que irrumpieron en el establecimiento.
El film trata de denunciar la situación de marginación que padecía un sector de la sociedad en los convulsos primeros pasos de nuestra democracia. Marginación en la que subyace la división de clases y que el guión utiliza para facilitar la identificación del espectador con los "malos" (los delincuentes) en lugar de con los "buenos" (las fuerzas del orden). Vallecas se convierte en símbolo de esa España sacudida por el paro, la inseguridad y la adicción a la droga, un barrio habitado por gente trabajadora en el que, como afirma uno de los personajes, «es más fácil robarle a un pobre».
Se pueden hacer varias lecturas del planteamiento, desde quienes aplauden la "valentía" de Eloy de la Iglesia, que no se casa con nadie y levanta ampollas por su irreverencia y por ir contra lo políticamente correcto, haciendo un retrato de la policía o de los políticos absolutamente despiadado y cargado de acidez, incluso rayando con un cinismo demagógico; hasta aquellos a quienes supongo les haría maldita gracia que se hiciera una obra teñida de humor sobre un suceso tan triste y tan cobarde. El entierro de Pili, la estanquera, fue una multitudinaria manifestación de duelo y de indignación ciudadana por la inseguridad reinante. Esto son reflexiones mías, claro, pero el otro día cuando preparaba este comentario, leía el testimonio de una persona que decía que su padre había sostenido entre sus brazos el cuerpo sin vida de Pili y cuando lees las crónicas de sucesos de la época, estas refieren que la estanquera no opuso ninguna resistencia, a pesar de lo cual, fuera por impericia o por nerviosismo, los atracadores le pegaron un tiro en el costado, a sangre fría, con absoluta alevosía y demostrando una falta total de sentimientos, provocándole la muerte.
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