A finales del siglo XIX, Kafiristán –País de los Infieles, en persa– era un reino cuasi mítico, perdido más allá de los confines del Himalaya, en el nudo del Pamir. Tal vez por ello, el escritor Rudyard Kipling lo eligió como escenario de una de sus novelas más celebradas, The man who would be king (El hombre que sería rey), que alcanzó aun más popularidad tras ser llevada al cine, en 1975, por John Huston. Así, gracias al filme El hombre que pudo reinar –como se tituló en España–, muchos acertaron a situar a Kafiristán en el mapa.
Antiguas leyendas aseguran que los Kafires descienden de una legión de los ejércitos de Alejandro Magno perdida en una de sus expediciones. Adoran a Iskander (Alejandro) el gran guerrero que vino de occidente, practican una religión tradicional donde perviven elementos de la mitología griega. No se han mezclado con sus vecinos musulmanes y las mujeres son independientes a la vez que se visten con vistosos trajes de vivos colores. Llegaron a resistir todas las invasiones, incluidas la expansión del Islam durante el siglo VIII. Totalmente diferenciados de las tribus vecinas, son de pigmentación blanca como los occidentales, tienen rasgos fisionómicos de tipo europeo y los ojos azules y verdes predominantemente. En 1896 casi toda la zona fue conquistada y convertida al Islam por el emir Abdur Rahman Khan, que renombró el país como Nuristan (nombre que lleva hoy la provincia Afgana). No obstante, un pequeño territorio de tres valles, Birir, Bumburet y Rumbur, quedó protegido bajo la linea defensiva construída por los británicos. La Linea Durand permitió que esos territorios kafires quedaran a salvo en el actual Pakistán. Sus habitantes, ahora denominados Kalash, siguen siendo respetados. Y además el gobierno pakistaní limita la acción proselitista de los mulahs islámicos, debido a que la singularidad de los Kalash atrae al turismo y genera divisas importantes. No obstante han aparecido en los últimos años movimientos integristas cercanos a los talibanes afganos que ponen en peligro la supervivencia de la antigua religión kafir. En estos momentos, los kafires están sometidos a fuertes presiones y ya sabemos cómo suelen acabar estas cosas en los tiempos revueltos que corren.
Preciosa historia la de los KAFIRES, amigo Don Trecce. Ví en su momento la peli pero no sabía nada de sus habitantes salvo que adoraban a ISKANDER o Alejandro Magno.
ResponderEliminarSería una pena que a estas gentes, ajenas por completo en lo físico y en costumbres al Islam, los adoctrinaran forzosamente en esa religión.
Buena entrada y muy aleccionadora.
En occidente vivimos en nuestro mundo, olvidando a toda esta gente (coptos, maronitas, etc.) a su suerte y ya se sabe, la cosa empieza con ellos y vete a saber dónde acaba.
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