Luis (Luis Bermejo), un profesor de literatura en paro que vende sus libros a peso para ayudarse en su complicada economía, vive con su hija, Alicia (Lucía Pollán) a la que han diagnosticado leucemia y una breve esperanza de vida.
Alicia tiene un deseo, el vestido de Yukiko, una heroína de dibujos manga. El problema principal es que el vestido que ella quiere es uno en concreto, un diseño especial que vale una fortuna.
Luis está dispuesto a lo que sea con tal de conseguir el sueño de la niña, incluso a intentar el atraco a una joyería, pero cuando está a punto de estrellar una piedra para romper el cristal de una de ellas, alguien vomita sobre su hombro, poniéndole perdido. Esa persona, que no es otra que Bárbara (Bárbara Lennie), baja a la calle y le ofrece limpiarle la ropa, le invita a subir a su casa y acaba en la cama con Luis.
Al día siguiente, Bárbara recibe una llamada, es Luis quien le amenaza con contarle todo a su marido, pues lo ha grabado con su teléfono móvil, y a cambio de su silencio le exige 7.000 euros, el precio del vestido que quiere para Alicia.
Cuando el vestido llega, se da cuenta de que falta uno de los accesorios, el más importante, una especie de varita mágica acabada en un corazón que vale incluso más que el propio vestido. Aunque ha prometido dejar en paz a Bárbara, la llama para pedirle más dinero. Aquello va a tener consecuencias trágicas e irreparables.
Aclamado segundo largometraje de Carlos Vermut que arrasó en el Festival de San Sebastián, donde obtuvo la Concha de Oro a la mejor película y la de Plata al mejor director.
Estéticamente es una película muy bien rodada, con un exquisito cuidado en detalles, planos, enfoques, iluminación... Composiciones geométricas, como si se buscara el equilibrio perfecto, con interiores más que desnudos, sobriamente decorados y exteriores que buscan esa prolongación de líneas escuetas y definidas.
Ese equilibrio acentúa aún más el desorden que se desata en la vida de los protagonistas, vidas llevadas al extremo, a pesar de lo cual, porque todo se hace sin estridencias, nos llegan a resultar creíbles, por más absurdos que lleguen a ser los recursos del guión para llegar a lo que el realizador quiere contar.
Un guión plagado de vacíos que ha hecho que algunos lo entiendan como falto de ideas, por cuanto hay unas cuantas cosas que quedan sin explicación, simplemente ocurren. Pero eso es algo buscado, Vermut lo refleja muy bien con la pieza del puzzle que Damián (José Sacristán) no encuentra, esos vacíos forman parte del devenir de la historia.
Película diferente, incluso difícil a pesar de la apariencia de sencillez, precisamente por esas cosas que no se cuentan y que quedan un poco al albur de la interpretación del espectador.
En cualquier caso un buen intento de un joven realizador que ha buscado contarnos su visión de la sociedad, al menos de cierta sociedad actual, mezclando horror y belleza transitando un camino diferente que perturba al espectador.
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