Con una historia de gran potencia, que lo tiene todo para ofrecer un argumento atractivo que enamore al lector y le atrape entre sus páginas, la historia de amor entre Anna Arkádyevna Karénina y el conde Alekséi Kiríllovich Vronski, que el ruso León Tolstoi plasmó sobre el papel en su novela Anna Karenina, tiene también uno de los arranques más celebrados de la literatura:
Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada.
En casa de los Oblonsky andaba todo trastrocado. La esposa acababa de enterarse de que su marido mantenía relaciones con la institutriz francesa y se había apresurado a declararle que no podía seguir viviendo con él.
Semejante situación duraba ya tres días y era tan dolorosa para los esposos como para los demás miembros de la familia. Todos, incluso los criados, sentían la íntima impresión de que aquella vida en común no tenía ya sentido y que, incluso en una posada, se encuentran más unidos los huéspedes de lo que ahora se sentían ellos entre sí.
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