Una vieja dama de alcurnia, doña Isabel, que comparte la pobreza con su gato, su violín y un enorme paraguas, y que a su avanzada edad todavía imparte lecciones de buen gusto en los salones; don Braulio, un comerciante empobrecido por su imprudente generosidad; y por último, Montenegro, un joven hidalgo desposeído injustamente y que consume sus energías en un desaforado estudio de las leyes, pues piensa que le ayudarán a recuperar su patrimonio.
Estos son los tres protagonistas de la novela de Rosalía de Castro, subtitulada en su edición original como Desdichas de tres vidas ejemplares.
La autora nos presenta a los tres personajes como personas entrañables y espontáneas, frente a una sociedad formada por comerciantes venidos a más, la nueva aristocracia del dinero, seres superficiales que envidian las maneras y la sangre de estos tres despojos de la grandeza de otros tiempos, pero al tiempo, les desprecian, no sólo por caducos y pobres, sino porque son como un martillo que golpea sus conciencias, sobre todo don Braulio, que todo lo perdió por compartir lo suyo con los que tenían menos y no hace sino acusar a estos advenedizos de avaros, pero sin reprochárselo, sólo como quien constata una realidad para él incomprensible.
El cuadro no puede ser más pesimista, pero Rosalía lo adorna con la luminosidad de su prosa, ciertos toques de humor y el optimismo con el que los protagonistas, pese a todo, afrontan su desgracia.
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