En todas las guerras se produce eso que se ha dado en llamar daños colaterales, un eufemismo para señalar algunas de las barbaries propias de estos sinsentidos que son los enfrentamientos a muerte entre humanos.
Uno de esos daños es el que tiene que ver con las obras de arte en general, en sus diversas manifestaciones, bien porque son destruídas a consecuencia de los combates o porque son tomadas como botín de guerra.
Durante la II Guerra Mundial, por si fueran pocos los inmensos daños causados a edificios históricos dado el gran avance en el poder destructivo del armamento empleado, hay que unir el elaborado plan de rapiña que tenían diseñado los dirigentes del III Reich. Desde antes incluso de declararse la Guerra, habían estado localizando y fotografiando obras de arte por toda Europa, con el fin de requisarlas y llevárselas para albergarlas en el que iba a ser el mejor museo del continente a ubicar en Linz, la localidad natal del Führer.
En este contexto, Frank Stokes (George Clooney), trata de convencer a las autoridades estadounidenses de la conveniencia, casi la necesidad, de crear un cuerpo especial que se encargue de velar por la preservación o, en su caso, recuperación, de cuantas obras de arte puedan ser salvadas del peligro que supone el conflicto bélico.
Para ello, se crea dentro del Ejército de EE.UU., un grupo formado por expertos que, desde primera línea, estarán encargados de evitar el expolio de esas obras de arte y, en la medida de lo posible, evitar su destrucción.
El guión está basado en el libro The monuments men, de Robert M. Edsel y Bret Witer, en el que se narran las experiencias de los hombres y mujeres que participaron en la sección de Monumentos, Bellas Artes y Archivos (MFAA eran sus siglas en inglés), una especie de guerreros del arte encargados de salvar todo lo posible del expolio y la destrucción que sufría el inmenso patrimonio artístico europeo por culpa de la guerra.
Un film bastante bien ambientado, arropado por una buena partitura de Alexandre Desplat que a mí me ha recordado (salvando las distancias, claro) algunas composiciones clásicas del cine bélico, sobre todo La gran evasión, por algunos pasajes relativamente similares en las melodías centrales de ambos films.
Por lo demás, creo que es una idea desaprovechada. El libro de Edsel, cuya lectura recomiendo, es mucho más dinámico e interesante, la película se convierte en un pequeño batiburrillo en el que se han intentado condensar las varias historias que se narran en él y el espíritu de los Hombres de Monumentos, pero creo que Mr. Clooney ha naufragado en el intento.
Hace unos días, a consecuencia del ciberataque sufrido por Sony por la película sobre el dictador de Corea del Norte, han salido a la luz algunos correos enviados por Clooney a la productora, lamentándose de la mala acogida que tuvo su película entre público y crítica y reconociendo que ha perdido la gracia. Supongo que con eso quiere hacer referencia, no a la gracia en el sentido de hacer reír, sino al estado de gracia, eso que conocemos como inspiración, tan necesaria en cualquier obra artística.
Si él mismo reconoce que aquí le ha salido una obra carente de ingenio, no tengo más que añadir.
Bueno pero ahí queda, como decimos habrá para todos los gustos.
ResponderEliminarSaludos Trecce.
La peli es bastante floja.
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