La ciudad china de Foshan se convierte durante la década de los 30 del pasado siglo, en un centro de artes marciales. Los más afamados maestros del país se establecen en ella y abren sus escuelas al público. Entre estos maestros está Yip Man (Donnie Yen), aunque él no tiene escuela, está considerado como el mejor de todos, respetado por sus colegas y admirado por la gente en general, dedica su tiempo al entrenamiento y al estudio del Wing Chun, una variante del Kung Fu que, según la leyenda, fue desarrollado por una monja shaolin llamada Ng Mui.
A la ciudad llega una pandilla de matones que pretenden abrir su propia escuela. Para adquirir prestigio y conseguir seguidores, van desafiando y venciendo uno por uno, a todos los maestros de Foshan, hasta toparse con Yip Man, que no desea entrar en combate con ellos, pero el resto de los maestros le hacen ver que defenderá el honor de la ciudad si se enfrenta con los recién llegados, así lo hace, les vence y son expulsados del lugar.
En 1937, las tropas japonesas invaden China, detienen y matan a mucha gente y la hambruna, de la que no escapa el propio maestro, se apodera del país. Aunque es requerido para ello, Yip Man se niega a colaborar con los invasores.
El guión narra una parte de la vida del maestro chino de artes marciales Yip Man, su vida bastante regalada en su imponente mansión de Foshan, donde todo su tiempo está dedicado al estudio y al entrenamiento, con esporádicos combates para los que es requerido por otros maestros de artes marciales.
Su esposa se lamenta del poco tiempo que dedica al hijo de ambos, pero una serie de acontecimientos la hacen ver que, en cierto modo, su marido se debe a la comunidad que le ve como una especie de líder.
Bien ambientada, con unos espléndidos decorados, el film se centra, sobre todo, en la época de la invasión japonesa, desde 1937, hasta la firma del armisticio en 1945. Los japoneses son presentados como los nazis de oriente, unos déspotas asesinos que tienen sometida a la población.
Es muy interesante el papel del policía chino, el capitán Lei Chiu (Ka Tung Lam), que colabora con las nuevas autoridades japonesas, porque detrás tiene una familia (en el sentido chino de la familia de la época: padres, hermanos, suegros...) a la que ha de alimentar. Sin embargo tiene mala conciencia, él sabe que está obrando de manera cobarde y trata de ayudar a Yip Man en sus peores momentos, además de que va adquiriendo un odio cerval por los japoneses. No sé si se inspira en algún aspecto del propio Yip Man que, aunque la película no lo refleje, fue policía durante la ocupación japonesa y con posterioridad a ella.
Al mando de las tropas japonesas en la ciudad, está el general Miura (Hiroyuki Ikeuchi), que se dedica a organizar combates entre los maestros chinos y los soldados japoneses, a cambio de una pequeña cantidad de arroz.
El film es una alabanza a la resistencia de la población contra los invasores, su espíritu de sacrificio para superar las penurias, los valores de la familia y, sobre todo, las enseñanzas que trató de transmitir Yip Man a través de su arte: humildad, integridad, trabajo, fuerza de voluntad, dominio de la mente y del cuerpo...
Buenas actuaciones, con un Donnie Yen que sabe transmitir muy bien el carácter del maestro chino y que demuestra una gran forma física a la hora de recrear los combates.
La película se vendió relacionándola con Bruce Lee, bueno, esto es cuestión del marketing, ya saben, Lee fue un discípulo destacado de Yip Man, pero el film no va sobre él, sino sobre su maestro, su vida, sus enseñanzas y su ejemplo.
Un film de artes marciales distinto de lo que estamos acostumbrados a ver, este es para cualquier tipo de espectador, no sólo para los aficionados a las artes marciales, los combates, que están muy bien, huyen de las escenas mentirosas que nos enseñan otras películas de género, en las que parece que los combatientes viven en un mundo "Matrix", con saltos imposibles y levitaciones que no se cree nadie. Aquí todo es natural y verosímil, sin que por ello pierda espectacularidad; no se exceden en las luchas, que duran lo que tienen que durar, sin más, alejadas del barullo en que te meten otros films en los que acabas por no saber quién lucha contra quién, en esta, todo está claro y diáfano.
Además, detrás (o delante) de todo ello, hay un guión bien construido, una historia de lucha, sufrimiento, solidaridad y superación, que impregna de épica a toda la película.
Pinta genial
ResponderEliminarNo está mal, Iñigo y no tienes que soportar piruetas inverosímiles de esas que hacen colgados de cuerdas elásticas, ni luchas interminables que acaban aburriendo hasta a los aficionados a los golpes gratuitos.
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