Acabada la Segunda Guerra Mundial, los avances tecnológicos en el campo de la aviación de combate continúan, apremiados por las circunstancias de la llamada Guerra Fría, tanto soviéticos como norteamericanos, se embarcan en una carrera por ser los primeros en lograr metas jamás conseguidas.
En la base norteamericana de Edwards, un grupo de pilotos de pruebas realiza vuelos para alcanzar la velocidad Mach 1. El 14 de octubre de 1947, Charles Elwood "Chuck" Yeager (Sam Shepard), lo logrará, siendo el primer hombre en romper la barrera del sonido a bordo de un avión experimental Bell X-1.
Años después, el esfuerzo se centrará en la carrera espacial, el dominio del espacio exterior se ve como una prioridad de tipo militar y los norteamericanos están acuciados por los logros de los soviéticos que siempre van un paso por delante.
El guión se basa en el libro titulado igual que el film ("The Right Stuff" en inglés), de Tom Wolfe, publicado en 1979 y para el que el autor realizó una extensa investigación que incluye entrevistas a los pilotos de prueba , los astronautas y sus esposas, entre otros.
Como película histórica, no está mal para acercarse a los hechos que narra, pero siempre hablando en términos generales, pues en algunos aspectos concretos deja bastante que desear, simplificando algunas cosas y contando otras de manera interesada.
Cuenta con buenas imágenes, sobre todo los planos aéreos, aunque a mí la que más me gustó es una composición magnífica en la que se muestra un vaso en el que uno de los pilotos bebe whisky y sobre el líquido, al fondo del plano, un avión despegando que parece flotar en el contenido del vaso.
La banda sonora fue premiada con un Oscar, para algunos injusto, no por la calidad de la misma, sino porque contiene pasajes enteros de The Planets del músico inglés Gustav Holst, concretamente la parte dedicada al planeta Júpiter.
Correctas y convincentes actuaciones, con un elenco de actores nada desdeñable, algunos muy conocidos, entre los que cabe nombrar a Sam Shepard, Scott Glenn, Ed Harris, Dennis Quaid, Fred Ward o Barbara Hershey, entre otros muchos.
El film hace un esfuerzo por mostrarnos otros aspectos que trascienden al puramente épico, relacionados con la vida familiar de los pilotos, la angustia de sus esposas y lo poco o nada reconocidas que se sienten.
A pesar de las tres horas, el film no se hace largo.
Es una pena el patrioterismo en el que cae, menospreciando los éxitos de los soviéticos que, hasta que los norteamericanos consiguieron desembarcar a aun hombre en la Luna, siempre fueron por delante: La perrita Laika salió al espacio antes que el mono que enviaron los americanos; Yuri Gagarin, salió de la atmósfera terrestre antes que Alan Shepard y cuando John Glenn orbitó alrededor de la tierra, los rusos lo habían hecho meses antes.
Como homenaje a aquellos pioneros, el film cumple su cometido, pues los astronautas son más conocidos, pero no así el resto de hombres que participaron en los avances de la aeronáutica de aquellos años, como se dice al principio de la película: Algunos hombres llegaron al alto desierto de California, les llamaban pilotos de pruebas y nadie sabía sus nombres.