jueves, 10 de octubre de 2013

UNA RONDA DE VISITAS

Mark Monteith ha recibido la peor de las noticias: Phil Bloodgood, el hombre que administra sus bienes, un amigo de toda la vida, con el que compartió estudios y placeres, se ha fugado con el dinero y le deja en situación comprometida.
Monteith coincide en lugares públicos, o visita en sus domicilios, a varios personajes que, de un modo u otro tuvieron que ver con Bloodgood, hasta su entrevista final con un tal Newton Winch, que le hará ver que siempre hay alguien que está peor que nosotros y que de todo, incluso de las situaciones más desfavorables, se saca algo positivo, aunque a veces cueste encontrarlo.
Además de la historia principal, James nos ofrece en las páginas del relato, un retrato del Nueva York de finales del XIX, su retrato, claro. Cuando habla de la ciudad, nos revela cierta ira, la que le provoca todo lo que había perdido y todo lo que, en nombre del progreso, se había hecho en aquella ciudad que conocía tan bien.
Aquel viejo Nueva York que había contemplado entre los cinco y los doce años, se había transformado y él no había participado en esa transformación, había estado en Europa y cuando vuelve, después de muchos años, como el protagonista del relato, se encuentra con una ciudad que no reconoce, una ciudad que nos retrata como inhóspita, en la que el protagonista se siente horrorizado por la decoración tanto del interior de las casas de sus amigos, como del hotel donde está hospedado, todo el conjunto le hace perder cualquier simpatía que pudiera tener por la ciudad. Así habla el protagonista del hotel donde se aloja: El ridículo gran hotel, el Pocahontas, con sus pretensiones de estar realizado en un estilo «Du Barry»...
 
 
 

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