El abate Birotteau cree vivir en el mejor de los mundos posibles, al menos en la medida de sus modestas pretensiones. Realiza las tareas de su apostolado como algo rutinario y ocupa una espaciosa y bien amueblada habitación en casa de la señora Gamard, donde su existencia es muy cómoda, ya que su anfitriona se ocupa de que no le falte de nada. Su mayor ambición es obtener una canonjía, dejando que transcurra el tiempo para que dicho bien le caiga como fruto maduro.
Sin embargo, su patrona, apenas pasado un año desde que Birotteau vive en su casa, se da cuenta de que este es un ser anodino y que no le va a traer el prestigio social que ella esperaba, así que traza un plan para que el abate deje la casa, circunstancia que el astuto Troubert, que también vive en la casa, un ser de una doblez auténticamente perversa, aprovecha para conquistar mezquinamente el cuarto que ocupa el abate, mucho más lujoso que el que él ocupa.
Cuando quiere darse cuenta, el pobre Birotteau ha sido atrapado por la trampa de su misma inocencia, despojado de una vida que él creía inamovible. El asunto de Birotteau se convierte en la comidilla de Tours, una forma de llenar el vacío de la vida provinciana, de estimular las rivalidades nacidas de años de convivencia. Incluso se proponen emprender pleitos que se antojan interminables. El protagonista asiste perplejo a unas intrigas que él mismo inició de manera inconsciente, intrigas nacidas en gran parte de la institución del celibato, que según el estudio naturalista del autor a sus personajes, desata pasiones malignas:
"El celibato tiene el defecto capital de que, poniendo todas las cualidades del hombre al servicio de una sola pasión, el egoísmo, hace a los solterones inútiles o nocivos."
Al tiempo, Balzac aprovecha para lanzar sus dardos contra los oscuros poderes que la Iglesia mantiene a base de sus lazos con personas e instituciones de relevancia, cuyos resortes mueven algunos elegidos dentro de la institución religiosa, personajes que no siempre se guian por principios morales.
Lo que puede dar de si el cuarto donde habitamos. Me la apunto.
ResponderEliminarLo del cuarto era casi lo de menos, a este hombre lo machacan por pobre de espíritu y por confiado.
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