En 1625, Francia e Inglaterra intentaban, con batallas, ataques y actos de piratería incesantes, suplantar el innegable dominio español en los mares y las tierras de América. En este contexto es donde se situa el noble italiano Emilio de Ventigimilia, señor de Roccabruna y Valpenta, que se hace a la mar con la única intención de vengar a sus dos hermanos muertos, “El Corsario Verde” y el “Corsario Rojo”. Para ello recurre a la piratería, y a bordo de su fabuloso navío “El Rayo”, se dirige a Maracaibo, ciudad gobernada por su enemigo el flamenco Wan Guld. Antes, “El Rayo”, mientras navega por el Mar del Caribe, se topa con un navío español al que decide abordar. Entre los prisioneros se halla una bella dama de la que el corsario se enamora perdidamente; para su desgracia, es la hija del gobernador Wan Guld.
El Corsario Negro se muestra como un pirata romántico, honrado y justo, algo que se aleja mucho de la concepción que uno puede tener acerca del término. Aunque leída ahora, la historia demuestra bastantes carencia, pues Salgari nos presenta a un personaje "demasiado correcto", es imposible no evocar los recuerdos de estas lecturas en otras épocas en las que teníamos menos años a cuestas y que eran capaces de sumergirnos en un mundo de aventuras y tensiones, con párrafos como este:
"Sobre la cubierta apareció el Corsario. Vestía su fúnebre traje; pero se había ceñido una espada muy larga, y puesto en el cinto un par de grandes pistolas y un puñal de los que llamaban los españoles de misericordia. El Corsario Negro se prepara para la venganza".
Además siempre los malos son muy malos y los buenos muy buenos. Para Salgari nunca hay grises.
ResponderEliminarSí, es lo que tiene Salgari.
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