Los agentes recién graduados de una academia de policía californiana, se incorporan a sus destinos donde comenzarán a prestar servicios con compañeros veteranos que les irán enseñando al tiempo que ellos se curten en el día a día real de su trabajo de servicio público.
Así se irán dando cuenta de que no todo es tal como se ve en las películas, sino que hay mucho trabajo rutinario y otras actuaciones que tienen más de servicio social.
Una de estas parejas, en la que se centra el film, es la formada por el veterano agente Kilvinski (George C. Scott), ya próximo a la jubilación y el novato Roy Fehler (Stacy Keach), casado y con una niña pequeña, que ha comenzado los estudios en la facultad de derecho, pero se siente atraido por el trabajo de policía.
Cuando estaba viendo esta peli, no podía menos que acordarme de Brigada 21, el film que dirigió William Wyler en 1952, no por la calidad o la brillantez de uno y otro film, que no tienen nada que ver, sino por la temática general, y por que en ambos se nos cuentan detalles de los pequeños y grandes trabajos diarios de una comisaría cualquiera en una gran urbe, esas cosas que no tienen nada de heroico pero que constituyen parte del abnegado trabajo de los agentes del orden.
Es cierto que en el film de Wyler, casi toda la acción es en interiores y aquí se nos retrata el trabajo de calle.
Es cierto que en el film de Wyler, casi toda la acción es en interiores y aquí se nos retrata el trabajo de calle.
Hay otro asunto concomitante, que es la situación personal de uno de los protagonistas, cuyo matrimonio naufraga por la insatisfacción que le produce a la esposa lo que ella considera excesiva implicación de su marido en su trabajo.
El desarrollo del film, dirigido por Richard Fleischer, es desigual, con momentos incluso brillantes y otros en los que decae un tanto.
La visión que ofrece del rutinario trabajo policial, con detenciones preventivas de las prostitutas, comprobación de avisos, intervención en disputas domésticas, etc., es muy interesante, pero tiene algunas carencias.
Es una lástima, porque el libro en el que se basa, publicado por Joseph Wambaugh un año antes, es una magnífica base que yo creo que no han sabido trasladar a la pantalla.
Un ejemplo de mala adaptación, es el momento en el que dan la clave de por qué este título para el film.
En la novela se produce en un diálogo entre el veterano Kilvinski y un atemorizado Gus Plebesly, en el film interpretado por Scott Wilson, que tiene miedo de su propio miedo, es un párrafo largo y enjundioso del que extraigo sólo un pedacito: Me pregunto si un par de centuriones debieron sentarse como tú y como yo una cálida y seca noche hablando del mito del Cristianismo que les estaba derrotando. Estarían asustados, me figuro, pero el nuevo mito estaba cargado de "noes", por consiguiente era una clase de autoridad que sustituía a otra.
Bien, pues en la peli, se despacha la cosa con una frase y encima, de ella se deduce que los centuriones eran una especie de policías del imperio romano, como sabemos nada más lejos de la realidad.
El trabajo de los dos protagonistas es más que decente y la música de Quincy Jones, acompaña de maravilla a las patrullas nocturnas de los policías.
La película es entretenida, porque cada vez que parece que va a decaer, consigue remontar introduceindo escenas de acción, sin que le falten buenos momentos, incluso divertidos.
Por otra parte, el guión no renuncia a retratarnos toda la dureza de la realidad, pero sabiendo sortear la tentación de caer en la sordidez.
Me acuerdo muy bien de la película. Yo creo que es muy buena, vamos a mí me gustó.
ResponderEliminarSaludos Trecce.
Es entretenida, Rafa, en efecto.
EliminarA Richard Fleischer le deberé eternamente, como espectador infantil, lo que me entusiasmaron sus 20.000 leguas de viaje submarino, Los Vikingos, Viaje alucinante. Ya de adulto descubrí los "motivos" de aquel entusiasmo.
ResponderEliminarUn magnífico realizador, Manuel, ¡con tantas pelis inolvidables!
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