Thomas Crown (Steve McQueen), un joven y excéntrico millonario de Boston planea un importante robo a un banco, se aburre y este golpe será una especie de entretenimiento para salir de lo que el considera una existencia tediosa. Organiza para ello a siete hombres que no se conocen entre sí y que logran hacerse con 2.600.000 dólares. Los ladrones tampoco conocen la identidad de su jefe, el cual, una vez conseguido el dinero, lo deposita en un banco suizo, en una cuenta anónima identificada únicamente por una clave.
En este punto, entra en acción Vicky Anderson (Faye Dunaway), una atractiva investigadora que se ocupará del caso por encargo de la compañía aseguradora en colaboración con el inspector de policía Eddy Malone (Paul Burke). Vicky descubre que Crown es el cerebro del robo y a partir de ese momento se convierte en su sombra y comienza a frecuentarlo, dejando patentes todas sus sospechas. Las cosas se complican cuando ambos se implican sentimentalmente.
La película es principalmente un entretenimiento, con un prometedor comienzo y un buen final, pero en el medio tiene muchos altibajos.
Con dos historias que se desarrollan paralelamente, por un lado todo lo referente al robo, la investigación, etc. y, por otro, el romance entre la pareja protagonista.
Con una cuidada banda sonora que incluye la canción The Windmills of Your Mind que se llevó un Oscar.
Un montaje de lo más original, pues incluye muchas secuencias en las que se utiliza la técnica llamada split screen (consiste en dividir encuadres en dos o más partes en la pantalla), aunque es cierto que, en algún momento, abusa un tanto de ella.
El mayor atractivo de la peli está en la pareja protagonista, con un Steve McQueen que nunca fue un actor descollante, pero que interpreta uno de esos papeles que le van tan bien, de persona segura de sí misma y una Faye Dunaway, elegante y sofisticada.
Las escenas en las que aparecen destilan un erotismo latente que encuentra la sublimación en la escena de la partida de ajedrez. Larga, con empleo de planos de todo tipo, elegante, glamurosa, tierna a la vez que sugerente... Una delicia de parábola del juego amoroso que acabas viendo con una sonrisa cómplice.
Quiero acabar con algo distinto, uno de esos apartados que no siempre se mencionan: El diseño de vestuario. Corrió a cargo de Theadora Van Runkle, entonces ya muy conocida por su gran éxito en Bonnie and Clyde, peli por la que estuvo nominada al Oscar. El armario de lujo de los dos protagonistas es una tentación visual, con modelitos impresionantes, cuya mejor definición, quizá sea la sexy. Aunque eso se nos escapa a los que no seguimos este ambiente, el impacto de la película sobre el mundo de la moda fue innegable.
La canción, que tuvo mucho éxito, tan romántica, la compuso Michel Legrand y no recuerdo quien más. Si sabe alguien quien la cantaba en la peli que nos lo diga. La "quimíca" de los dos protagonistas es... El lenguaje visual es muy de la época. aquello del split screen.
ResponderEliminarCreo que la cantaba Noel Harrison.
ResponderEliminarY lo del lenguaje visual, en algún lugar he leído que era una época en la que se experimentaba mucho, lo que no deja de hacerme cierta gracia, porque ¿en qué época no se ha experimentado en el cine?
Me quedo con la versión de John McTiernan, con Pierce Brosnan y Rene Russo.
ResponderEliminarEntre otras cosas por que no veo - ni sigo viendo - a McQueeen dentro de un traje elegante hecho medida, ni tiene el glamour para el personaje que se requiere y que desprende Thomas Crown.
Tanto es así que es la única película de la filmografía de Steve McQueen donde luce un terno elegante.
Pienso que ninguna de las dos es para tirar cohetes.
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