Quien se acerque a las páginas de este libro, lo hará a uno de los más sentidos homenajes a nuestro D. Quijote de la Mancha y por ende a su autor, Miguel de Cervantes Saavedra, guía y luz de las letras españolas y universales.
Y qué mejor homenaje se podía hacer al autor de La Galatea que escribir un libro. Un libro como éste, moderno Quijote del siglo XIX, personaje en el que el autor pretende aunar al ingenioso hidalgo y a su fiel escudero.
Tartarín es descrito por Daudet como un hombre de unos cuarenta a cuarenta y cinco años, bajito, gordinflón, rechoncho, coloradote, en mangas de camisa, con pantalones de franela, barba recia y ojos chispeantes. Adelantaba el labio inferior en una mueca terrible, que dejaba a su buena faz de modesto propietario tarasconés el mismo carácter de bonachona ferocidad que reinaba en toda la casa.
Tartarín, como D. Quijote, es un antihéroe. Si éste es la caricatura del caballero andante, áquel lo es del viajero típico del XIX, pues hay que ponerse en las fechas en las que el libro fue escrito (1872) para disfrutar la parodia que propone en toda su dimensión. La segunda mitad del siglo XIX, fue la época de las exploraciones. La persona cultivada y de buena posición, alcanzaba su culmen social si hacía un viaje a tierras lejanas y luego lo contaba todo en un libro.
Así Tartarín de Tarascón es un remedo de las fantasías aventureras de un burgués de provincias del siglo XIX que, ante las burlas de sus conciudadanos, se ve obligado a realizar un viaje de aventuras verdadero para lograr ser tomado en serio. Se embarca en el puerto de Marsella, cargado de pertrechos, para dirigirse al sur de Argelia. Trayecto que, por cierto, sirve de excusa al autor para presentar bellas descripciones de los lugares por donde pasa.
Un libro divertido, en el que autor, no sólo no oculta que se ha inspirado en el personaje manchego, sino que a lo largo de la obra lo compara con él y expresa su admiración por la obra cervantina. Tartarín es un personaje fuera de su tiempo, cuyos anhelos de aventura épica sólo pueden llevarse a cabo en el terreno de la conversación.
Fue tanto el éxito que alcanzó Alphonse Daudet con su personaje, que prorrogó sus andanzas con otros dos libros: "Tartarín en los Alpes" y "Puerto Tarascón".
Y qué mejor homenaje se podía hacer al autor de La Galatea que escribir un libro. Un libro como éste, moderno Quijote del siglo XIX, personaje en el que el autor pretende aunar al ingenioso hidalgo y a su fiel escudero.
Tartarín es descrito por Daudet como un hombre de unos cuarenta a cuarenta y cinco años, bajito, gordinflón, rechoncho, coloradote, en mangas de camisa, con pantalones de franela, barba recia y ojos chispeantes. Adelantaba el labio inferior en una mueca terrible, que dejaba a su buena faz de modesto propietario tarasconés el mismo carácter de bonachona ferocidad que reinaba en toda la casa.
Tartarín, como D. Quijote, es un antihéroe. Si éste es la caricatura del caballero andante, áquel lo es del viajero típico del XIX, pues hay que ponerse en las fechas en las que el libro fue escrito (1872) para disfrutar la parodia que propone en toda su dimensión. La segunda mitad del siglo XIX, fue la época de las exploraciones. La persona cultivada y de buena posición, alcanzaba su culmen social si hacía un viaje a tierras lejanas y luego lo contaba todo en un libro.
Así Tartarín de Tarascón es un remedo de las fantasías aventureras de un burgués de provincias del siglo XIX que, ante las burlas de sus conciudadanos, se ve obligado a realizar un viaje de aventuras verdadero para lograr ser tomado en serio. Se embarca en el puerto de Marsella, cargado de pertrechos, para dirigirse al sur de Argelia. Trayecto que, por cierto, sirve de excusa al autor para presentar bellas descripciones de los lugares por donde pasa.
Un libro divertido, en el que autor, no sólo no oculta que se ha inspirado en el personaje manchego, sino que a lo largo de la obra lo compara con él y expresa su admiración por la obra cervantina. Tartarín es un personaje fuera de su tiempo, cuyos anhelos de aventura épica sólo pueden llevarse a cabo en el terreno de la conversación.
Fue tanto el éxito que alcanzó Alphonse Daudet con su personaje, que prorrogó sus andanzas con otros dos libros: "Tartarín en los Alpes" y "Puerto Tarascón".
No hay comentarios:
Publicar un comentario