Es de sobra conocida la afición por el jazz de Allen, una afición que va algo más allá y que se trastoca en devoción cuando de jazz clásico hablamos, pues él mismo ha dicho que el moderno no lo entiende.
Así que supongo que rondaba por su cabeza hacer algún tipo de homenaje a la música y los músicos que le emocionan y si Eastwood nos regaló la maravillosa Bird, que recrea la vida del genial saxofonista Charlie Parker, Woody se saca de la manga un personaje que, para quien no lo sepa, puede pasar por real, el guitarrista Emmet Ray.
Para contarnos la historia se vale de ese recurso del falso documental que ha empleado ya otras veces, salpicándolo de entrevistas con personas reales (el propio Allen es uno de los entrevistados), que nos hablan de Emmet cual si hubiera sido una persona de carne y hueso.
El resultado es uno de los mejores trabajos de neoyorkino, con la ventaja de que mucha gente podrá descubrirlo, al ser probable que no la haya visto, pues por esas cosas que pasan a veces, no se encuentra, normalmente, entre los filmes elegidos cuando se proyectan ciclos sobre él.
Así que supongo que rondaba por su cabeza hacer algún tipo de homenaje a la música y los músicos que le emocionan y si Eastwood nos regaló la maravillosa Bird, que recrea la vida del genial saxofonista Charlie Parker, Woody se saca de la manga un personaje que, para quien no lo sepa, puede pasar por real, el guitarrista Emmet Ray.
Para contarnos la historia se vale de ese recurso del falso documental que ha empleado ya otras veces, salpicándolo de entrevistas con personas reales (el propio Allen es uno de los entrevistados), que nos hablan de Emmet cual si hubiera sido una persona de carne y hueso.
El resultado es uno de los mejores trabajos de neoyorkino, con la ventaja de que mucha gente podrá descubrirlo, al ser probable que no la haya visto, pues por esas cosas que pasan a veces, no se encuentra, normalmente, entre los filmes elegidos cuando se proyectan ciclos sobre él.
La vida de Emmet Ray, es la de un tipo con una personalidad disociada, alguien caprichoso, inmaduro, egoísta en todo momento, menos cuando tiene una guitarra entre sus manos, ahí se transforma y nos gana con su música, porque es un genio y disfruta tocando.
Aunque, para descargar un poco la tensión, de vez en cuando se nos trae a colación algún chistecillo o algún diálogo ingenioso, Acordes y desacuerdos no es una película de humor, se acerca más a un melodrama, pues incluso el director cambia alguna de las constantes de su cine al retratarnos al protagonista, en esta ocasión no trata de justificar o de suavizar su misoginia y su incostancia y egoísmo en la relación de pareja, sino que nos la presenta tal cual, desnuda, por más que él de cuando en cuando repita que es un artista y que no puede estar ligado a una mujer, aquello no deja de sonarnos a puro egoísmo.
Una vez más, Woody Allen se revela como un magnífico director de actores, en este caso sendas nominaciones, para el protagonista y para Samantha Morton como secundaria.
Y es que el siempre difícil Sean Penn, hace aquí un gran trabajo, puede que una de sus mejores actuaciones y la angelical Samantha, sin una sóla frase, ya que representa a una chica muda, todo a base de gestos, está maravillosa. Uma Thurman, arrolladoramente seductora y glamurosa, demostrando que existe más allá de Tarantino.
Una película con un sutil dramatismo que no apela a la lágrima fácil, con una historia genial y un personaje, el de Emmet Ray que nos resulta despreciable como persona, pero que nos conquista con su música.
Cálida y seductora, una gran película.
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