Esta frase que oímos en la voz (en off) de uno de los protagonistas de la historia, sirve de resumen-presentación de lo que Wilder pretende con esta peli.
Es un film de guerra, o ambientado en periodo bélico y con soldados como protagonistas, pero no desea hacer una película de guerra al uso, sino contarnos otras historias, las que normalmente no trascienden, la de los soldados anónimos, la de las actuaciones cotidianas, la del día a día sin brillo y sin héroes, pero que forma parte de las glorias y las tragedias que conforman cualquier guerra.
Es algo que no debemos olvidar, que la acción se sitúa en un campo de prisioneros de guerra y no en un campo de exterminio, por desgracias las situaciones que se vivieron en unos y otros fueron bien distintas, no sólo en los resultados, sino en la vida diaria.
¿Por qué digo esto? Porque a Wilder se le ha afeado, desde algunos sectores, el retrato en tono humorístico que hace de la vida en el campo durante algunos pasajes de la peli.
Y es cierto que utiliza el humor, que nos retrata las chanzas de que son objeto los guardianes, pero también vemos que a los que intentan escapar, directamente les pegan un tiro, que como castigo, a los presos del barracón les retiran la única estufa en pleno invierno y que la comida es pura bazofia.
Lo que ocurre es que Wilder desdramatiza, sin quitar un ápice de dureza; dota de pasajes humorísticos al film, sin ocultar jamás la verdad de los hechos.
Y todo esto con la guerra recién acabada, que tenía su mérito. Claro, aún no había llegado Robert Altman con "M.A.S.H" o Roberto Benigni con "La vita e bella".
Sí es cierto, al menos para mi gusto que, junto a escenas realmente divertidas y casi antológicas, de vez en cuando nos mete pasajes de un humor casi infantil, por decirlo suavemente y que no están a la altura. Sin embargo el tono general del film se mantiene en ese aspecto.
Pero esta peli es algo más, porque su argumento es una especie de collage en el que no todo es comedia o drama. Hay también una historia de espionaje que está muy bien llevada, con el suspense presente durante todo el metraje y con algunos hallazgos visuales realmente meritorios: El tablero de ajedrez y sobre todo la bombilla que llega a tener su propio papel.
Y las historias de egoísmos y desconfianzas, también de solidaridad y camaradería, unas y otras fruto de las condiciones de vida tan especiales a las que están sometidos los prisioneros y que están muy bien retratadas.
Y, por fin, la gran actuación de William Holden, que le valió un Oscar y al que Wilder había impuesto en contra de los criterios de la productora que preferia a Charlton Heston.
El film tuvo consecuencias colaterales inesperadas para Wilder. Un tiempo después de estrenado en Norteamérica, se iba a estrenar en Alemania y la productora quería cambiar algunas cosas para no herir susceptibilidades en el público alemán.
Wilder, con algunos familiares muertos en Austwitch, se sintió ofendido y exigió disculpas por escrito a la Paramount. Disculpas que nunca llegaron y que ocasionaron que, una vez acabado su contrato, jamás volviese a trabajar con ellos.
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