La gigantesca chimenea, último reducto del barco, se hunde bajo las aguas. Ante el objetivo de la cámara y flotando a la deriva van desfilando una serie de objetos, restos del naufragio y un cadáver boca abajo. El plano se va abriendo y nos acercamos a un bote salvavidas, la cámara remonta la borda y en su interior, cual afrodita rediviva, descubrimos a una dama sentada, impoluta, zapatos como recién estrenados, abrigo de visón, pulsera de brillantes, peinado de fiesta y grabando la tragedia con un tomavistas de mano.
Así comienza "Náufragos", un inicio que nos deja perturbados y encandilados a la vez, lo insólito de la situación capta nuestra atención hacia la pantalla, donde ella, Tallulah Bankhead, lo absorbe todo.
La peli es una parábola sobre la guerra, no sobre cualquier guerra, sino sobre la Segunda Guerra Mundial.
Se encargó a Jonh Steinbeck, un dominador como ninguno de los relatos marineros, que escribiera esta historia, lo hizo, pero al parecer, Hitchcock no quedó del todo convencido, la misma sensación que le invadía tras pasar el guión por un par de escritores más, así que se supone que le dio unos buenos retoques hasta quedarlo a su gusto.
Ocho personas, sobrevivientes del naufragio de un barco torpedeado por un submarino alemán, se reúnen en un bote y logran rescatar a uno de los marineros nazis, que después descubren es el capitán que los mandó a pique.
Se dan cuenta de que es el más preparado de todos ellos, el único que sabe orientarse, capaz de amputar la pierna de uno de ellos para evitarle la muerte por gangrena. En realidad es un manipulador, que tiene muy claros sus objetivos, pero incomprensiblemente, tras debatir si le tiran por la borda o no, le dan el mando de la embarcación, mientras ellos se enzarzan en disputas.
El símil no puede estar más claro. El alemán, cual los nazis auténticos, está muy preparado, sabe lo que quiere y lo conseguirá a costa de lo sea, incluso camelando a sus rivales.
El resto, los aliados, son mayoría, pero están divididos, es preciso que unan sus esfuerzos para librarse de la amenaza que se cierne sobre ellos, una amenaza en la que algunos ven la solución, ya que les promete sacarles de aquel apuro.
El mensaje no puede estar más claro, por eso, para mi gusto, sobran las proclamas panfletarias que nos suelta Hitchcock a través de sus personajes sobre lo malos que son los alemanes y lo buenas que son las democracias, es como cuando te explican un chiste, pierde la gracia, quizá el único fallo que le encuentro al film.
Por lo demás, una lección de cine. Una peli rodada cual una obra de teatro, en un único escenario, con nueve actores, no muy conocidos y que hacen sus papeles más que dignamente, embutidos en un reducido espacio y el maestro, que nos va soltando pistas, como si de píldoras de un medicamento se tratara, logra mantenernos atentos durante hora y media, para ver en qué acaba aquello.
A la vez un estudio del comportamiento humano, de sus fobias y filias, inseguridades,personalidades variadas. Un estudio de la sociedad del momento, gracias a la elección de cada uno de los personajes, el camarero negro, el último de la escala social; el nazi; un rico empresario; una periodista adicta al éxito y al glamour; un rudo marinero... Todo esto le da mucho juego a Hitch, que se permite ser genial hasta para las bobadicas. Por ejemplo, ¿cómo solucionar su tradicional cameo en una peli en la que ha decidido que sus nueve personajes estén en un escenario cerrado y que nadie más va a aparecer? Se había sometido a un severo régimen de adelgazamiento y se tomó una foto al comenzarlo y otra al terminarlo. Son el típico antes y después que aparecen en los anuncios de tratamientos milagrosos para adelgazar, uno de cuyos anuncios puede verse en el periódico que ojea uno de los náufragos.
En el relato de Steinbeck, el protagonismo era para el marino alemán, en la peli, Hitchcock se lo da al personaje que interpreta Tallulah Bankhead, con la que hace un magnífico símil de lo que le ocurre a un ciudadano cualquiera de los países que están en conflicto con Alemania. La mujer altiva y elegante, que pasa de la guerra y se dedica a filmarla para obtener buenas imágenes, que quiere escribir el mejor relato sobre el conflicto, que pone su ego por encima de todo, va perdiendo poco a poco lo que tiene, comienza con una carrera en su media, que la pone al borde del ataque de nervios y continúa con las perdidas paulatinas de su cámara de cine, de su abrigo de visón, incluso de su peinado, sin ser consciente hasta pasado mucho tiempo de que lo que está en juego es su propia vida, para acabar rendida en los brazos de un marinero duro y brusco, el polo opuesto a los hombres de su clase.
No hay banda sonora, las únicas notas musicales las pone el camarero de color con su flauta. Hitchcock quería que el espectador estuviera dentro del bote, con los náufragos, por eso todo lo que se oye es el sonido del mar.
Una peli olvidada que, sin embargo, algún paladar exquisito no ha dudado en poner por encima de sus obras más reconocidas.
Es lo que tiene el arte, que está sujeto a interpretaciones y gustos.
Para mí una maravilla, pero comprendo que habrá gente a la que no le gustará mucho. No pasa nada, a mí me ocurre con otras obras alabadas por los entendidos, que no les veo gran cosa. Es mejor, una vez escuchados estos que saben, seguir con lo propios gustos sin avergonzarse de ello.
no va haber quien te tosa de Hitchcock, donde consigues todas estas películas? yo solo tengo/he visto las famosas, ya sabes, Rebeca, Extraños en un tren, y de La ventana indiscreta en adelante
ResponderEliminarYa sabes, Víctor, soy anciano, algunas copias me las dio Hitch directamente al acabar el rodaje.
ResponderEliminar