¿Alguien tiene dudas aún sobre ese dicho de "El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra"?
No me gustan demasiado algunos de estos llamados apóstoles del cambio climático. Digo algunos, de los que creo no hace falta citar nombres, porque no se sabe muy bien si lo hacen con sentido de la responsabilidad o con ánimo de lucro. Podíamos aplicar al caso aquel otro dicho de "Piensa mal y acertarás" De todos modos creo que hacen falta menos palabras y más hechos, menos demandar a los países pobres que cumplan su parte y más predicar con el ejemplo en los países ricos, porque supongo que nadie duda ya de que la mano del hombre está esquilmando los recursos del planeta y la propia supervivencia de este. Pero es que, por si fuera poco, en nuestro pasado tenemos ejemplos de que hay que sembrar para recoger y si nuestros ancestros no tenían suficiente cultura para preveer lo que podía ocurrir, nosotros sí la tenemos, aunque prefiramos cerrar los ojos.
Dos ejemplos:
Entre los siglos XIII y XVII de nuestra era floreció en la Isla de Pascua una sociedad relativamente desarrollada; pero cuando desembarcaron los europeos en 1722 encontraron a los isleños hundidos en el hambre y el atraso; de su esplendor sólo subsistían las colosales estatuas de piedra (los famosos "moais"). ¿Qué había ocurrido allí? Ahora sabemos por el análisis botánico que posiblemente, una de las causas fue la deforestación. Sea por la tala desmedida, sea por la llegada de ratas que acabaron con sus palmeras, los nativos se quedaron sin materia prima para sus chozas, herramientas y canoas, y sin combustible para hacer fuego.
La destrucción de los bosques es probable que también tuviera parte de culpa en el súbito declive de la cultura de El Argar (Almería), una de las primeras sociedades urbanas de Europa Occidental. El polen y los rastros de carbón recogidos en la Sierra de Baza por José González Carrión (Universidad de Murcia) y sus colaboradores relatan el paso de un ecosistema de pinares y robledales a otro de matorrales y arbustos, con muchos incendios de por medio. La demanda de madera para la minería y de terreno para el pastoreo, sumada al exceso de población, empujaron a la cultura argárica al precipicio.
No me gustan demasiado algunos de estos llamados apóstoles del cambio climático. Digo algunos, de los que creo no hace falta citar nombres, porque no se sabe muy bien si lo hacen con sentido de la responsabilidad o con ánimo de lucro. Podíamos aplicar al caso aquel otro dicho de "Piensa mal y acertarás" De todos modos creo que hacen falta menos palabras y más hechos, menos demandar a los países pobres que cumplan su parte y más predicar con el ejemplo en los países ricos, porque supongo que nadie duda ya de que la mano del hombre está esquilmando los recursos del planeta y la propia supervivencia de este. Pero es que, por si fuera poco, en nuestro pasado tenemos ejemplos de que hay que sembrar para recoger y si nuestros ancestros no tenían suficiente cultura para preveer lo que podía ocurrir, nosotros sí la tenemos, aunque prefiramos cerrar los ojos.
Dos ejemplos:
Entre los siglos XIII y XVII de nuestra era floreció en la Isla de Pascua una sociedad relativamente desarrollada; pero cuando desembarcaron los europeos en 1722 encontraron a los isleños hundidos en el hambre y el atraso; de su esplendor sólo subsistían las colosales estatuas de piedra (los famosos "moais"). ¿Qué había ocurrido allí? Ahora sabemos por el análisis botánico que posiblemente, una de las causas fue la deforestación. Sea por la tala desmedida, sea por la llegada de ratas que acabaron con sus palmeras, los nativos se quedaron sin materia prima para sus chozas, herramientas y canoas, y sin combustible para hacer fuego.
La destrucción de los bosques es probable que también tuviera parte de culpa en el súbito declive de la cultura de El Argar (Almería), una de las primeras sociedades urbanas de Europa Occidental. El polen y los rastros de carbón recogidos en la Sierra de Baza por José González Carrión (Universidad de Murcia) y sus colaboradores relatan el paso de un ecosistema de pinares y robledales a otro de matorrales y arbustos, con muchos incendios de por medio. La demanda de madera para la minería y de terreno para el pastoreo, sumada al exceso de población, empujaron a la cultura argárica al precipicio.
Dos ejemplos muy interesantes, Trecce.
ResponderEliminarNo cabe duda de que tenemos que ponernos las pilas con el cambio climático, que más allá de esos apóstoles que bien citas nos encontramos en un momento en el que el planeta necesita nuestra ayuda.
Somos capaces de usar cualqueir tecnología de último modelo y no somos a clasificar debidamente los residuos...
Un saludo!
Somos demasiado egoístas como para preveer lo que va a ocurrir mañana. Lo nuestro es vivir al día y así nos va.
ResponderEliminarHay una entretenida peli (Rapa Nui)que traza una teoría interesante, pero que al final no deja de ser lo mismo: el hombre es el que se carga la Naturaleza; y el culpable de que desaparezcan miles de especies (incluyendo al propio hombre).
ResponderEliminarSaludos!
Sí recuerdo la peli, cuya idea es precísamente que la tierra es una isla en medio del universo y que lo que va a ocurrir aquí, ya ha ocurrido antes a pequeña escala en esa isla de Rapa Nui: La desparición de la especie.
ResponderEliminarSociedades que declinan. Imperios que se quedan en nada. Egipto, Roma, Gran Bretaña, España. Estados Unidos. Los aztecas, los incas. Ciudades con glorias y lúcidas economías que hoy, anestesiadas,mueren lentamente. Creo que esto se ha repetido a lo largo de la historia humana. La ecología va por otro lado. Un saludo
ResponderEliminarDinero y salvaguarda del planeta. Malos compañeros.
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